Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Permiso de trabajo

04/10/2021

Los matemáticos nos explican que no debería sorprendernos en exceso que un día u otro lleguemos a convertirnos en protagonistas de sucesos extraordinarios, pero, a despecho de ese abstracto principio de improbabilidad, en nuestro fuero interno sabemos que hay circunstancias en las que nunca nos veremos envueltos. El periódico nos contaba ayer lo que en el fondo todos sabíamos desde hace años: se antoja más incierto que los servicios públicos de empleo le proporcionen a alguien un puesto de trabajo en España que seamos agraciados en buena hora con un premio principal de la lotería, nos embarquemos en un avión confiado a un piloto ebrio o que nuestro retoño sea contratado por el Werder Bremen y nos saque de pobres. Son las entidades sociales, al menos en nuestra provincia, las que han asumido con eficacia las funciones de agencias de colocación, sin que a ningún responsable administrativo se haya descompuesto ante semejante bochorno, ni nadie haya publicado todavía un manual de utilidades papirofléxicas para la tarjeta del paro.

Quizá deberían recurrir a los servicios de esas benditas organizaciones del tercer sector los súbditos de Su Graciosa Majestad Isabel II, desabastecidos estos días de combustible con que hacer funcionar sus coches y que ahora, alarmados por tan insólita carestía, ponen ojitos a los camioneros polacos a los que expulsaron tras el Brexit para que se sirvan conducir vehículos cisterna de una punta a otra de su imperial solar patrio. La encomienda, en todo caso, se antoja harto complicada: a los polacos, que son muy suyos, no les apetece un pimiento poner cara de extranjeros solícitos y solucionar la carestía que atenaza a los ingleses para que los devuelvan a Varsovia antes de Navidad, así que les tendrán que ofrecer algo más que un visado de unos pocos meses para que acepten un trabajo que los ingleses no quieren o no pueden desempeñar.

Los británicos, acaso por su condición insular, se han sentido siempre orgullosos de su independencia, y de esas manías tan raras suyas, pero, por muchas campañas mediáticas que se orquesten contra la inmigración en sus periódicos, al final tendrán que hacer lo que todos: llamar a la Fundación Lesmes.