El turismo en vendimia alcanza el nivel de 2019

I.M.L.
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Bodegas, restaurantes y alojamientos reciben en octubre el grueso de los visitantes atraídos por el vino. Las ofertas completas que incluyen campo, gastronomía y patrimonio son las más demandadas

Para el recuerdo A pie de viña, siempre hay un momento para capturar la foto antes de seguir recogiendo racimos. - Foto: I.M.L.

El turismo del vino ha vuelto con fuerza y aprovecha la temporada de vendimia para elegir la Ribera del Duero como uno de los destinos principales para vivir en primera persona todos los procesos del sector enológico. Agentes implicados en este ámbito, ya sean bodegas, hostelería, alojamientos o agentes turísticos coinciden en afirmar que octubre y noviembre vuelven a ser los meses clave, con el puente del Pilar como el mejor del año para el enoturismo. «La agenda de los establecimientos se ha reactivado por completo, hay muchas visitas y se nota una alta ocupación en los alojamientos», constata Sara García, gerente de la Ruta del Vino Ribera del Duero. 

Los fines de semana siguen siendo los más demandados, pero la tendencia del visitante está recuperando las pautas anteriores a la pandemia. «Ya nos hacen las reservas a largo plazo, cuando en pandemia era de un día para otro, y seguimos trabajando con grupos pequeños, la gran mayoría de Madrid», especifica Beatriz Hernando, de la agencia de experiencias Ribiértete en Aranda de Duero. Además de las visitas turístico patrimoniales, con las bodegas subterráneas como hito ineludible, las actividades diferenciadoras están atrayendo a mucho público. «La gente viene a comer, beber y disfrutar, pero nosotros tenemos lleno el escape room y ahora se piden mucho las actividades especiales en vendimia», reconoce Hernando.

Muchas bodegas han escuchado esta demanda y ofrecen actividades distintas a una simple visita como las que se pueden hacer a lo largo del año. «Llevamos 10 años con la experiencia vendimia y ofrecemos la opción de convertirse en bodeguero por un día, hacer el mismo trabajo que los compañeros de bodega en modo enoturista», apunta Pilar Zapatero, de la bodega El Lagar de Isilla. Allí los visitantes catan uva en el viñedo, vino de los depósitos para «que entiendan que según se va elaborando, el vino va teniendo distintos sabores», para acabar con vinos embotellados, maridados con tapas.

A pesar de los esfuerzos del sector por atraer cada vez más visitantes, sigue existiendo una traba importante para mejorar las cifras de enoturistas a la Ribera del Duero, que pasa por una mayor oferta hotelera. «Tenemos una magnífica oferta de alojamiento rural pero la mayoría de los que visitan la Ribera del Duero son parejas que buscan hoteles», constata la gerente de la Ruta del Vino. Una carencia que también pone de manifiesto el sector porque «hay más demanda que oferta de alojamiento», reconoce Beatriz Hernando de Ribiértete por su experiencia profesional.

Como un vendimiador. Una de esas experiencias de vendimia que ofrecen las bodegas de la DO Ribera del Duero estos días la vivieron ayer un grupo de compañeros de colegio sevillanos. «Acabamos COU en 1982 y cuando cumplimos 50 años repetimos el viaje de aquel fin de curso a París, luego hemos ido a Oporto y ahora este a la Ribera del Duero», enumera Pepón, al que nombraron portavoz del grupo ya metido en la piel de un vendimiador en la finca de Pradorrey. Él ya había tenido esta experiencia con su familia y organizó el viaje para repetirla con sus antiguos compañeros para cumplir los 40 años del final de sus estudios previos a la universidad.

En la visita, además de conocer las instalaciones y catar los vinos, pudieron vendimiar un cunacho por parejas, despalillar a mano y a máquina, pisar la uva y catar el mosto, además de comprobar el grado de azúcar de sus minivendimias. Entre risas y conocimientos propios del ámbito de la vitivinicultura, los participantes se sintieron como parte de la denominación de origen. «Es una experiencia que nunca te lo planteas cuando abres una botella, que tu vas a ser partícipe de su elaboración y me parece una idea genial», confiesa José María, que por su faceta artísticas veía «verdaderas esculturas» en los racimos según los recogía.