Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Jardines

14/03/2022

La expresión, aunque hoy haya abandonado las bambalinas y se aplique a las situaciones más variadas, proviene del mundo del teatro: 'meterse en un jardín' alude al entuerto que provoca un actor que, tras perder el hilo de la trama, comienza a improvisar de forma irreflexiva y conduce a su personaje por vericuetos de los que no es capaz de regresar (al parecer, el jardín al que se refiere es uno de esos laberintos vegetales, tan de moda en el siglo XIX, construidos con setos y concebidos para desorientar a los paseantes que se adentraban en él). De significado equivalente, pero de evocación más inequívocamente rural, disponemos también de 'meterse en un berenjenal', sembrado del que, habida cuenta de las espinas con que se protege la hortaliza en cuestión, saldremos invariablemente rasguñados.

Cualquiera de esas dos locuciones nos sirve para designar el hecho de meterse en problemas innecesarios, provocar situaciones complicadas sin motivo alguno que lo justifique. En un jardín bien frondoso, o acaso en un berenjenal de aquí te espero, se ha metido el alcalde de nuestro suelo bendito, Daniel de la Rosa, al anunciar a la ciudad que las barracas de las fiestas de San Pedro abandonarán en 2022 el polígono docente de Río Vena sin tener claro dónde diablos encontrarán acomodo ahora el carrusel de los caballitos, la tómbola y el tren de la bruja. A don Daniel le han enseñado los dientes en Fuentecillas, se ha visto obligado a desechar las traseras del cementerio y fue recibido en Villatoro en medio de una sonora cencerrada. Mientras tanto, los feriantes observan con desconsuelo cómo las barracas se van alejando más y más del centro urbano con cada nueva propuesta y ningún barrio está dispuesto a aceptar que le coloquen una noria durante las fiestas, aunque solo sea para que no lo acusen de mansedumbre con el poder.

Pareciera que, en vez de tomar decisiones, el alcalde pretende no molestar a nadie con todo este asunto de las fiestas y aspira a persuadir al vecindario de que es una gloria que las barracas no te dejen dormir o te corten el camino a casa. Pero tal empeño es imposible, así que solo cabe esperar que encuentre pronto la salida del laberinto en que se ha metido él solito.