María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


Miau

23/10/2020

El centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós ha coincidido con la pandemia que arrasa con sus aguas inquietantes la actividad cultural del año. Mala suerte. También de este revés habría sacado él una novela, un varillaje de ficción para dar cuenta de lo que pasa, porque era, ante todo, cronista de su tiempo, y aunque en su tiempo no había, como ahora, expedientes de regulación temporal de empleo, había cesantes, que eran los parados de entonces. Uno de ellos, Ramón Villaamil, estructura la novela Miau, que narra el vía crucis de una familia en ruina por el despido del citado Ramón, empleado de la Administración, a la que sirvió treinta y cuatro años y diez meses, quedando cesante como consecuencia del cambio de Gobierno y sin apenas esperanzas de una nueva incorporación que le permitiera cubrir los dos meses restantes para alcanzar la jubilación. El trasunto de la novela es la crónica del vivir cotidiano, del mal vivir y Galdós, que era crítico agudo y profundo de la sociedad, no hace excepción en Miau, novela que traemos a esta columna por su vinculación con Burgos.
Aunque aparentemente pocas veces escribió Galdós sobre la ciudad y la provincia burgalesas, alguna lo hizo. Así, burgalés de Oña es el protagonista de la quinta serie de los Episodios nacionales, Tito Liviano, y burgalesa la geografía en la que transcurre gran parte de la trama de los episodios de la tercera. Pero volvamos a Miau. Es demasiado estrecha esta columna para dar explicaciones, así que solo diremos que Ramón Villaamil era burgalés: «Vio la luz en tierra de Burgos», dice Galdós. Junto a Villaamil articula el relato su nieto, Luisito Cadalso o Cadalsito, «mezquino de talla, corto de alientos, descolorido, como de ocho años, quizá de diez», que en sus accesos epilépticos hablaba con Dios, y quería ser cura y cantar misa, pero tenía pavor al Cristo de las melenas. Este Cristo es la réplica del Cristo de Burgos de la iglesia de Montserrat de Madrid. No lo dice Galdós, pero cabe suponer que el niño disiparía sus temores y llegaría a oficiar ante la imagen como le decía su abuelo: «Ya se te irá quitando el temor y verás cómo también al Cristo melenudo le dices tus misitas». Grande Galdós. Grande.