Corría el minuto 37 de partido en el Carlos Belmonte y Andy disputaba con Boyomo un balón en el área blanquinegra. Nada más apoyar su pierna derecha el andaluz sintió que algo se rompía en el interior de su rodilla. «En el momento que caigo noto el crujido y creo que es algo grave. Pero cuando entra en fisioterapeuta y el doctor se me va pasando el dolor y mantengo la esperanza de que se quede en un susto. Seguí jugando, incluso saqué un córner y tapé un tiro a Maikel Mesa, pero cuando iba camino del vestuario noté que la articulación no estaba estable y que mi forma de andar no era la normal», explica Andy tumbado sobre una camilla junto a Pablo Busto, uno de los fisioterapeutas del club.

Hace 14 días que pasó por el quirófano en Barcelona para solventar su rotura de ligamento cruzado anterior, una de las lesiones más temidas por los futbolistas y que le mantendrá apartado de los terrenos de juego entre 6 y 8 meses. Es el primer problema grave de su carrera deportiva y sabe lo que le espera. Se trata de un ejercicio de resiliencia que el jugador inició incluso antes de que las pruebas confirmaran la rotura del cruzado.

«Te vas haciendo a la idea porque el doctor casi te lo asegura y al día siguiente te levantas con la rodilla inflamada y sin poder estirarla completamente. Sabía que podía ser grave. Lo primero es asumirlo y mirar para adelante. Es el primer paso, incluso antes de pasar por el quirófano», explica.

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