La cárcel permite a medio centenar de presos dormir en casa

F.L.D.
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Se trata de internos con informes favorables sobre una baja probabilidad de reincidir y que tienen domicilio propio. Todos ellos llevan una pulsera para estar localizables

Durante el estado de alarma se prohibieron las visitas y permisos. - Foto: Patricia

Tras mantener al coronavirus lejos tanto de internos como de funcionarios, la cárcel también ha comenzado su desescalada hacia la normalidad. Durante el estado de alarma, Instituciones Penitenciarias canceló todo tipo de permisos, visitas y también los traslados para evitar contagios. Desde hace unas dos semanas, la prisión burgalesa ha comenzado a dar beneficios a algunos de los presos, especialmente a aquellos que ya tienen gran parte de su pena cumplida y que están en regímenes de tercer grado y semilibertad. De esta forma, alrededor de medio centenar están durmiendo en sus casas. Portan, eso sí, una pulsera magnética para estar localizados. 

Estos beneficios penitenciarios no son generales para todos los presos que están en régimen de tercer grado, sino que para optar a ellos es necesario cumplir una serie de requisitos, según apuntan fuentes consultadas por este periódico. El primero y esencial es que su comportamiento en el centro haya sido bueno y el riesgo a reincidir muy bajo. Todo ello, obviamente, basado en los informes pertinentes. Pero además deben pasar un examen médico para descartar que estén infectados de la covid-19. Por último, para poder dormir fuera de la prisión deben contar con vivienda propia o familiar. 

Antes de la llegada de la pandemia, el centro penitenciario de Burgos contaba con algo más de 400 internos. La población en la actualidad sigue siendo la misma, pues se sigue contando a estos 45 o 50 reos que están durmiendo en sus casas. Al margen de algún que otro preso que haya cumplido su condena durante las últimas semanas, no se han producido movimientos importantes. Cabe resaltar que durante el confinamiento se prohibió los traslados entre cárceles, por lo que todos los que tenían que marcharse a otras se han quedado y compensan a los que tenían que venir y no han podido. 

Desde que se decretó el estado de alarma la prisión burgalesa tomó una serie de medidas para evitar que el virus entrase en el centro. Las visitas en un principio se limitaron a locutorios con mampara, pero finalmente se prohibieron, así como los permisos. Los internos que disfrutaban de semilibertad seguían saliendo a diario siempre que fuera para ir a trabajar, aunque al regresar a prisión se sometían a controles médicos. Ante la ausencia de contacto directo con allegados, a la cárcel llegaron terminales nuevos con el fin de que en algunos casos los reclusos pudieran llevar a cabo videollamadas, lo que completó el incremento de 10 a 15 conexiones telefónicas a la semana.

A lo largo de los últimos tres meses, hubo internos a los que les quedaba poco tiempo de cárcel que solicitaron cumplir el resto de la condena en sus casas, algo que, ya advirtieron los abogados penalistas, era muy difícil que aceptara un juez y no se conocen casos de este tipo. Por otro lado, Instituciones Penitenciarias ha hecho un seguimiento de aquellos presos con penas menores para evitar que reincidan.