José María Vicente

El Rincón de...

José María Vicente


Empresa

09/05/2023

Desde luego los británicos son de otro mundo. Casi marcianos. No me extraña en absoluto que no hace mucho decidieran excluirse de compartir con el resto de Europa un proyecto político. Lo asombroso es que durante un tiempo accedieran a venir al continente desde su querida isla. No se les ve nada dispuestos a consultar con nadie las decisiones que afectan a su modo de ver la vida. En realidad, lo primero y quizás lo único que les importa son sus propios intereses. Creo que todos hemos tenido clara esta posición aunque de vez en cuando, por si lo olvidamos, se produce algún hecho puntual que nos lo hace evidente. El último ha sido, está siendo, ese despliegue asombroso de actos relacionados con la coronación de ese Rey con nombre de brandy. No hace mucho hemos vivido el aniversario del reinado y la muerte de su madre, en donde también se emplearon a fondo diseñando actos destinados a cultivar su identidad propia y, en consecuencia, la diferencia con la del resto de los mortales. Esa diferencia que tiene un tufillo, por no decir un pestazo, a arrogancia de una cultura y un modo de vida que consideran superior al resto del mundo. 

Aunque piensen que estas líneas son una crítica también creo que encierran una cierta envidia. Ese sentido del espectáculo de masas con el que nos acaban de obsequiar es impagable. Ese asombroso catálogo de uniformes, trajes de gala, símbolos históricos, condecoraciones, liturgias, sombreros, carrozas, etc, es lo más a lo que puede aspirar el mayor de los escenógrafos. Y lo más importante es que forma parte de un enorme y sofisticado negocio. La gran operación de imagen que ha supuesto la coronación les seguirá rindiendo beneficios por encima de cualquier otra consideración. Incluida la consideración antimonárquica de un significativo sector de la población que, sin embargo, se abstiene de hacer grandes protestas consciente de que todo lo relacionado con los Windsor es una fuente de dinero y admiración hacia las costumbres británicas en el resto del mundo. Ya lo decía el hijo díscolo del nuevo Rey cuando se refería a su familia como 'la empresa'. Sin duda, una muestra de la 'flema británica' y una sutil lección de saber gestionar la contradicción.

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