El domingo, un Plantío abarrotado vivió una emocionante jornada. El Burgos CF, un equipo con un presupuesto para mantener la categoría, luchaba por el play off de ascenso con un rival directo, el Albacete. No fue un gran partido, pero hubo emoción hasta el último segundo. Al final, reparto de puntos. ¿Qué más se le puede pedir a la 'Burgatti', como diría Rodrigo Pérez Barredo en sus atinados comentarios de cada jornada? 

Los blanquinegros ya se han ganado el aplauso del fútbol español. Y les ruego que no moderen mi entusiasmo. El Burgos CF ha pasado por momentos difíciles: desapariciones, refundaciones, descensos en los despachos… A veces, las cosas no se han hecho como se debían, pero invertir mal el dinero no es ningún delito. Y si en algún momento lo hubo, ningún problema; ya habrá prescrito. 

Mi ciudad tiene la suerte de contar con un equipo que solo busca hacer disfrutar a sus seguidores. Nada más.

Por desgracia, para otros clubs el fútbol no es solo deporte. El Barcelona, afirmaba Manuel Vázquez Montalbán, es el «desarmado ejército simbólico de la catalanidad». Leyendo ideas como estas, alabadas y elogiadas hasta el hartazgo por una parte de la sociedad, no es de extrañar que haya casos de corrupción como el llamado 'Barsagate'. Aún teniendo el mejor equipo de su historia, el Barcelona tenía que ganar de cualquier manera, incluso buscando influenciar a los árbitros de forma bastante turbia. Por lo tanto, cuando la exaltación patriótica de cualquier tipo se pone la camiseta, el deporte pasa a un segundo plano y ganar un partido es un asunto de estado. El siguiente paso solo pueden ser la presión y la corrupción, ante las que se deben tomar medidas.

Rivalidad, sí, pero emoción, nervios, alegría, gozo, sentimiento… Eso es el fútbol, y no queremos que nadie nos lo quite.