David Hortigüela

Tribuna Universitaria

David Hortigüela


Oposiciones docentes

28/06/2023

Nos encontramos en unas fechas en las que los opositores docentes se encuentran en pleno proceso. Son días en los que muchos aspirantes a desempeñar un puesto en la función pública (sea como funcionario interino o de carrera) se la juegan todo. Tras el examen escrito del primer día existen muchas horas de esfuerzo, sacrificio, lectura, estudio, redacción… con la esperanza de que algunas de las bolas extraídas traigan la suerte (o la justicia) de ser uno de los temas estudiados.

Actualmente, en varias comunidades autónomas (CCAA) se están desarrollando procesos de estabilización, fundamentados en el objetivo de reducir el elevado número de docentes interinos en todas las etapas educativas. Esto conlleva una simplificación del proceso, como es la eliminación de la realización del supuesto práctico, de la entrega y defensa de la programación didáctica y de la defensa de una unidad didáctica ya preparada de antemano, sin que se realice un sorteo entre las 10-15 que integran la programación de aula. Además, las partes no son eliminatorias, por lo que todos los aspirantes realizan tanto tema como exposición de la unidad didáctica. Respecto a la fase de concurso, los años trabajados ponderan más, por lo que un docente interino que tenga unos 8 años de experiencia tendría prácticamente la máxima nota en esta fase. Ante esta situación, y depende de a quien preguntes, los docentes experimentados argumentarán que es de justicia que el proceso facilite el acceso a aquellos que tienen más experiencia, mientras que gran parte de los novatos mostrarán disconformidad, porque, a pesar de sacar un 10 en la oposición, difícilmente puedan trabajar. 

Sin embargo, en otras CCAA hay un proceso ordinario de reposición, con las pruebas habituales. Estas particularidades de cada CCAA se unen a las diferentes tipologías de pruebas, que se diferencian en cuanto a duración, estructura, extensión, documentación escrita, anexos… o incluso si el tribunal califica los temas y supuestos prácticos escritos o es el aspirante el que los que tiene que leer, aspecto este último con connotaciones muy diferenciadoras. Por todo ello, y tratando de ir más allá de las especificidades de cada CCAA, parece necesario pararse a pensar sobre la coherencia interna que tiene este proceso, no exento de críticas. Nadie duda de que todas estas pruebas dejan de lado una gran cantidad de competencias que todo docente tiene que desempeñar en el aula: trato personal con el alumnado, gestión de los tiempos, espacios, resolución de conflictos, generación de motivación hacia el aprendizaje… pero, ¿existe alguna propuesta, racional y viable, que permita poder atender a miles de aspirantes en escasas semanas? Dar una respuesta a esto, es de todo menos sencillo.

Lo que sí parece incuestionable es que, si bien la experiencia es un factor determinante a valorar, no el peso de los años demuestra una mayor calidad de la enseñanza; no es lo mismo tener 20 años de experiencia que un año repetido 20 veces. Por lo tanto, si bien una prueba de memorización teórica no debería cerrar las puertas a un buen docente, tampoco debería obviarse la constatación del tan relevante contenido disciplinar. Sin embargo, lo que no parece de recibo son otros aspectos como la renovación de los temas (actualmente de 30 años de vigencia), la falta de claridad en los criterios de calificación o la falta de orientaciones precisas, y formación específica, que se le debería de dar a los tribunales. Todo esto hace pensar cómo un sistema de acceso a la función pública docente, pilar fundamental del bienestar social, sigue generando, año tras año, tantos desacuerdos y controversias. 

Independientemente de ello, no cabe ninguna duda de que la superación de esta oposición, que exige un conocimiento teórico y didáctico, garantiza una exigencia, y el consecuente reconocimiento, en cualquier opositor que lo supere. En este sentido, y a pesar de la necesidad de repensar el sistema, sirva este texto para animar a todos esos opositores, los cuales son los profesionales que dotan de gran calidad a la querida (y tan tristemente denostada) enseñanza pública.