Abro el ojo poco después de las ocho de la mañana de un lunes y, nada más comenzar a leer los mensajes del móvil me entran unas insoportables ganas de vomitar. Las arcadas llegan con la noticia de que un mal bicho ha asesinado a su novia y a la hija de ésta, de tan solo 8 años. ¡Qué tiene esta gente en la cabeza para hacer esto!

Dejando a un lado la furia y la rabia, que nunca producen nada bueno, la indignación que aún me dura horas después me lleva a plantear la existencia de personas sin alma, sin corazón... no sé siquiera si llamarlas personas. Eso sí, tengo la absoluta certeza de que humanas no son, ya que es imposible hacer cosas tan horribles teniendo tan solo un poco de humanidad.

Aún con un velo de incredulidad, me planteo qué más podemos hacer para eliminar de nuestra sociedad esta lacra que está acabando con muchas mujeres (60 en la Comunidad durante las dos últimas décadas) y niños. No sé qué, pero estoy seguro que se puede hacer algo más, no podemos admitir ni normalizar estos crímenes machistas, se denominen como se quieran denominar (violencia de género, doméstica, etc). Hay que hacer un mayor esfuerzo desde todos los ámbitos, desde la seguridad y protección de las víctimas a condenas más duras para los agresores. Tolerancia cero.

No obstante, también hay que mirarse en el espejo y ver qué podemos hacer personalmente cada uno para intentar frenar en seco la violencia hacia las mujeres. No se puede mirar hacia otra parte, no se puede permitirla más mínima agresión, el insulto continuo, la vejación. Y en esto debemos estar unidos todos, hombres y mujeres, para no consentir que un solo caso en nuestro entorno pueda pasar desapercibido. O termine fatal.