Hace mucho que los pacientes oncológicos reclaman su derecho al olvido. Piden que, si ellos han sido capaces de dejar atrás su enfermedad y haber reiniciado su vida, el sistema lo haga también para no tener que dar explicaciones sobre su salud a la hora de pedir un préstamo, contratar un seguro médico o incluso optar a un puesto de trabajo. A falta de articular esta norma, el Gobierno aprobó en junio un real decreto-ley para reconocer este derecho siempre que hayan transcurrido cinco años desde la finalización del tratamiento sin recaída posterior. Era una reclamación histórica de las asociaciones de pacientes que por fin se ha visto cumplida (con matices).

Mucho más rápido se está legislando, sin embargo, otro derecho al olvido, pero en este caso el penal, que no es otra cosa que amnistiar a los implicados en el procés bajo la mirada eufemística del Gobierno. En poco más de tres meses, todo arreglado para el olvido. Da igual que se atropelle la Constitución, da igual que esta medida no se reflejara en un programa electoral que se llevó a las urnas el pasado julio, no pasa nada porque millones de españoles no estén de acuerdo y parece absolutamente indiferente -pese a la gravedad del asunto- que se estén pasando por el arco del triunfo las sentencias del Tribunal Supremo. Esto sí es un derecho al olvido exprés. No se puede esperar porque el 27 de noviembre, fecha tope pare tener Ejecutivo, apremia. ¡Cuánta infamia! ¡Cuánta mentira!

Dispuestos a olvidar y ya que parece tan fácil, me gustaría elevar una petición a quien quiera ganar las próximas elecciones. Inventen directamente el botón del olvido. No digo el del olvido político, que lamentablemente ya presionamos en demasiadas ocasiones para olvidar los dislates de la clase dirigente. Molaría tener un botón y, al apretarlo, extraviar en el desván de la memoria los desatinos y sinsabores de la vida. Presione y olvide todo lo que no le sirva para ser mejor y más feliz. Molaría...