Es noticia que Joe Biden se vuelve a presentar como candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América, y en vez de hablar de sus posibles logros, su programa y sus capacidades, parece que todo gira y se centra en un debate sobre su edad, dato curioso si tenemos en cuenta que su posible contrincante tampoco es un niño y le sigue muy de cerca, tanto que si se da prisa le puede llegar a coger.

Esto me devuelve a la gravísima discriminación que sufre una gran parte de la población. Ni género, ni raza, ni religión, ahora mismo la edad es el rasgo discriminatorio más utilizado a todos los niveles: laboral, social, económico y mental. Resulta ser ese criterio, que de manera consciente todos utilizamos, porque es el más fácil de aplicar. Seguramente sea porque siempre hay alguien más mayor o más joven que uno, y porque tenemos esa equivocada sensación de que somos eternos y lo de envejecer y morir no va con nosotros, es una de esas situaciones que solo afecta a los demás, pensamiento indicativo de la enorme estupidez humana.

Sin embargo, yo suspiro hace tiempo por cumplir años y poder jubilarme, no soy como Biden, a mí el hecho de permanecer más de un día de lo necesario en este loco mundo del autónomo me parece una pesadilla de la que tengo que conseguir despertar. Por eso me resulta increíble que este señor, a sus más de 80 años, tenga ganas de continuar currando, y además, no en cualquier trabajo, sino en uno de altísima responsabilidad.

No puede existir compensación suficiente. Tiene que ser por algo distinto. Tal vez su edad sea un mero accidente del tiempo y se trate de una de esas personas que son jóvenes eternamente, con independencia del declive del cubículo que le ha tocado habitar. Envidio esa motivación, porque solo hay que echar un vistazo al estado actual de nuestra administración local, de donde todo el mundo sale huyendo despavorido. 

Necesitamos algo de ese entusiasmo y cambios sustanciales para mi querido Burguitos. Tal vez Biden, finalizadas sus elecciones o su mandato, se anime a venir y poner un poco de orden.