Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Lo rural

18/04/2023

La gente del campo está hasta las narices. Bajo los buzos de trabajo, apenas cubiertos por la camisa de franela, los cuerpos esconden maltratos, moratones y magulladuras sin fin; lo de las almas es peor. Todo es incomprensión, palabrería y hostias a tutiplén.

El mundo rural está harto de regulaciones absurdas, de declaraciones medioambientales que no controlan y emputecen sus vidas, de protecciones a la fauna salvaje que se ensaña con sus rebaños sin compensación a cambio, de exigencias sanitarias en su producción que no cumple ni un hospital oncológico, de cierre de consultorios y colegios, de falta de servicios e infraestructuras, de producir a pérdidas… Se saben ignorados, y lo que es peor, despreciados.

Vox, partido experto en algoritmos y en estimular cabreos, vio en el agro un entorno propicio. Su apoyo a la caza y a la tauromaquia le salió bien. Luego, no ha descuidado el contexto y sus puestecitos de chapas y pulseras se han visto en toda feria que se precie. En Castilla y León alumbró aquel lema genial que le ha llevado a estar en el Desgobierno: Siembra. No sacaron procurador en Soria, y esta no es otra historia, es otra estrategia para el mismo clamor.

Desde el ombligocéntrico ámbito urbano tendemos a ver el campo como espacio de inmovilidad y tradicionalismo, ignorantes de la inmensa capacitación tecnológica de los agricultores, de la digitalización brutal de los procesos productivos del sector primario. Un mundo en el que hombres y mujeres se ponen al frente de sus explotaciones sin guerras culturales chorras, mientras les llegan, vía BOE, las posmogilipolleces de quienes viven en un mundo paralelo fuera del sentido común. El problema es que no les pagan lo que producen, no les apoyan en sus crisis, les asumen desiertos vaciados. Hasta que llega una pandemia y son declarados trabajadores esenciales..., para beneficio de distribuidores y cadenas alimenticias.

El mundo rural nos va a dar un susto, seguramente necesario. Lo acaba de hacer en Holanda, donde el BoerBurgerBeweging, el Movimiento-Campesino-Ciudadano, ha ganado las elecciones de marzo y tiene en sus manos el Senado. Los movimientos que asoman por nuestros lares no acaban de encontrar una dirección eficaz, pero la hallarán. Es inevitable que generen su propio espacio político porque en la partitocracia actual no están -el irresponsable regadío de Doñana es un fatal intento-. Hay que oír la voz del campo. Y, urgente, atenderla.

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