¡Vaya!, hoy me toca a mí hacerles perder el tiempo. Será solo un minuto. Como no tengo nada importante ni interesante que aportar, seguiré compartiendo con ustedes algunas de las ideas y los pensamientos que pongo de vez en cuando sobre la mesa de la tertulia con amigos y allegados.

Para provocar, a veces. Por hacer de abogado del diablo, otras. Medio en broma, medio en serio. Elijan ustedes.
Un ejemplo: Hace unos años aconsejaba (y lo sigo haciendo) la fusión (o unión, o acuerdo, o absorción, u OPA, o amigos para siempre...) de las órdenes religiosas para aumentar las atenciones y la compañía, y para reducir los gastos de personal, calefacción, impuestos, reparaciones, etc. Se supone que todas, en esencia y aunque por distintos caminos, tienen los mismos objetivos. ¡Digo yo! 

Ahora, una duda que planteo a naturalistas y ornitólogos. ¿Por qué dan tanto ruido las perdices al echar a volar? Parece un contrasentido, pues así advierten a cazadores y depredadores de su posición. ¿O su estruendoso aleteo persigue confundir a quienes quieren merendárselas o llenarlas de perdigones?

En este mundo con tantas asociaciones 'en defensa de...' (cosa que me parece bien), me pregunto ¿quien defiende a los ratones de laboratorio, a los conejos que se zampan los tigres en los zoos y a las sardinas que ayudan a las focas y a las orcas a dar saltos en los parques acuáticos? Aquí, parece ser, también hay animales de primera y de tercera.

¿Y por qué la mayoría de los policías que resuelven los casos más complejos en las películas están divorciados, fuman y beben demasiado y se les olvida ir al partido de fútbol tan importante de sus hijos?

Les confesaré que hay algo que me fastidia más que el que se me quede la seda dental atrapada entre dos muelas traseras, y es que en los restaurantes ponga que los adultos no pueden pedir un menú infantil. ¿Por qué? ¿Y si es lo único que me gusta o lo único que puedo comer por prescripción médica? ¿Y si me lo como con una botella de vino de 50 euros?

Como ven, soy un mar de dudas. De hecho, tampoco sé por qué al mercadillo de frutas y verduras se le sigue llamando Los Carros, si hace medio siglo que no aparece uno por allí, además de cambiar de lugar. Ni por qué seguimos tirando de la cadena que no es tal.