Malos tiempos para el sueño, que pones el tele-radio-diario y todo son insomnios. Fuegos, calores, sequías; debates, elecciones, partidos. Y no tenemos lluvias que los empapen ni ventoleras que los oreen. Algunos de esos asuntos están por encima de nuestra voluntad quebradiza, y si acaso nos es dado aceptarlas y aguantarnos. Pero otras son propiamente nuestras, son creaciones humanas que están en los afanes de cada día y se proyectan hacia el futuro como sombras del presente. Una de ellas es lo que celebramos hace días, la exaltación de la democracia mediante la elección de nuestros representantes. Esta es una de las mayores, si no la mayor, de las creaciones humanas. Es nuestro deber conservarla, para que podamos dormir tranquilos y despertarnos sabiendo que quien llama es el lechero. Pero, pensémoslo, ¿ustedes creen que esto que hacemos es democracia verdadera?, ¿los sistemas de representación mediante partidos políticos y de elección con urnas y papeletas, son de verdad democráticos?, ¿son protectores y garantes de la salud democrática?, ¿podemos dormir tranquilos? Yo la verdad pienso que no. Que los partidos son sistemas obsoletos que ya no sirven para representarnos, y que las urnas son muy bonitas para ponerlas en un museo de la democracia. Es evidente que una vez que depositamos nuestro voto ya no tenemos ningún control sobre él. ¿Quién sabe dónde va acabar lo que empezó siendo un voto? Vota y confía, vota y olvida. Eso nos dicen y eso sucede.
Por eso hay que buscar otros sistemas más acordes con los tiempos y las exigencias de las democracias modernas, cada vez más sofisticadas, más necesarias, más vulnerables. Esos métodos ya existen, y se empieza a hablar profusamente de ellos en redes, en foros de debate abiertos, y en grupos de líderes sabios en ciencias políticas, aunque aún no salgan en el tele-radio-diario. Podríamos llamarlas, en sentido amplio, democracias digitales, pero no solo en la forma de votar -por el móvil-, sino en la forma de elegir y componer los sistemas de representación -parlamentos virtuales- y en el gobierno de la cosa pública -encuestas rápidas, referenda para cuestiones serias, etc-. Es absurdo que sigamos confiando en los viejos partidos, poco o nada democráticos, como garantes de la democracia; y en métodos no controlables -los votos- en plena era cibernética, que se define como la ciencia del control de la información.
Seguir como estamos, con más del treinta por ciento de abstenciones, con parlamentos no representativos de nuestros votos, con gobiernos condicionados por componendas pueblerinas, y con campañas basadas en lenguajes babélicos, no es sano para el descanso de la Democracia.