Martín Serrano

Plaza Mayor

Martín Serrano


Muy contentos

04/02/2024

Seguro que a ustedes les pasa lo que a mí, que estos días están henchidos de gozo, exultantes de alegría, orgullosos de este gran logro común: Los bancos han batido todos los récords de beneficios, miles de millones por aquí y por allá. Y eso pese al impuesto extra que les puso el Gobierno, del que decían que era ilegal y que les iba a arruinar su futuro, y que tanto critican algunos partidos que declaran a voces pensar en el bien de los ciudadanos. 

Dicho esto, vamos al grano y a poner los pies en el suelo de los humildes mortales. 

Para muchos, especialmente para los que ya hemos superado el medio siglo como titulares de una cartilla de ahorro, tener que hacer una gestión bancaria nos supone en muchos casos, cómo diría yo, entre una experiencia religiosa (interprétese por el lado de las palabras malsonantes), un dolor de muelas y un vendaval de ira e incomprensión. Han cerrado oficinas por doquier y han reducido las plantillas muy notablemente, pero, ¡qué buena gente!, todo eso lo han hecho por su sincero compromiso en ofrecer un mejor servicio a los clientes, para estar más cerca de ellos y para prestarles una mayor y más personalizada atención. Esto te lo sueltan de seguido, con una sonrisa, y se quedan tan anchos (me refiero a los mandos altos y medios, pues los trabajadores también sufren el estrés impuesto por la exigencia de máxima rentabilidad).

Hay oficinas diáfanas en las que si llevas diez minutos sentado ante tu 'gestor personal' la cabeza empieza a echar humo por la cantidad de ruidos que se comparten en esos espacios abiertos: el cajero actualizador de cartillas, la impresora, la fotocopiadora, los teléfonos, los clientes vecinos, el avisador de los turnos (que parece que estás en una pescadería)... Y menos mal que nadie hace uso de la cafetera.

La cafetera. Mi modernez preferida, que supongo ha salido de un brainstorming (ya saben, lluvia o tormenta de ideas) de jóvenes con varios másteres. Me imagino a un jefazo decirles: «A ver, necesito un invento barato que despiste y compense el cerrar dos ventanillas y dos despachos». Por cierto, ¿cuántos de ustedes se han tomado un café en un banco? Es un engañabobos, porque, además, nadie te lo ofrece ni te lo sirve aunque vayas a ingresar un millón de euros.

Por cierto, como sé que estamos entre amigos, y por si no se han dado cuenta, les advierto en voz baja de que entre los empleados tienen un correo electrónico interno en el que se dicen cosas como «¿quién atiende al pesado de la hipoteca de las botas camperas en verano?» o «¡vaya chapa que te está pegando el que no se ducha hasta el año que viene!».

¡Gana la banca! ¿Ganamos todos?