Alfredo Scalisi

Plaza Mayor

Alfredo Scalisi


Con la salud no se juega

23/03/2023

No sé por qué, o quizá sí, la frase que da título a esta columna vive en mi mente desde hace mucho tiempo. No sé de dónde proviene, quizá sea uno de esos dichos populares que la sociedad genera y que a veces, solo a veces, guardan toda la razón incrustada en cada sílaba. 

El otro día fui a comprar cierto medicamento y se había agotado. Bueno. Lo que me causó sorpresa fue la respuesta del amable farmacéutico: «No me queda y dudo que lo encuentres en toda la ciudad». Dejando a un lado problemas como la falta de materias primas, crisis internacionales y otras circunstancias más o menos lógicas, parece ser que la causa principal por la que un enfermo no puede acceder a su necesaria medicación es debido a que en España vivimos la 'desgracia' de que los fármacos son muy baratos con relación a otros países, por lo que las grandes empresas multinacionales prefieren distribuirlos en lugares donde su precio es más alto y así obtener mayores beneficios.

No me acabo de 'caer de un guindo' y tengo que asumir que la mayoría de los temas y debates, sean del asunto que sean, se pueden resumir en una penosa frase: Al final, todo es un negocio. O lo que es lo mismo, todo se puede reducir a una sola palabra: 'dinero'. Donde quiero indagar, solo por un instante, no se asusten, es en la esencia propia del género humano. Causa lástima comprobar que, en ciertas circunstancias, la actitud del hombre ante el sufrimiento ajeno es despreciable. No puedo dejar de sentir pena e indignación al ver cómo la solidaridad y la posibilidad de ayudar a un semejante es algo secundario ante el beneficio económico.

Me viene a la mente el inolvidable personaje que interpreta Orson Welles en El tercer hombre, y cómo se dedica a traficar con penicilina en tiempos de postguerra. Su justificación la concentra en esta frase: «En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco».