Las mochilas y los libros aún huelen a nuevo, incluso los babis conservan todavía los dobleces de recién estrenados. Acaba de empezar un nuevo curso en los distintos niveles del sistema educativo y lo que vayan a aprender los escolares este curso formará parte de los mimbres con los que se construirán los adultos del mañana y, por lo tanto, la sociedad del futuro. 

Puede que yo sea de una generación distinta, pero recuerdo que en el cole me transmitieron el respeto hacia los demás y la educación como bandera ante la vida. Por eso, no me entra en la cabeza muchos de los comportamientos que veo en niños y jóvenes. Quiero pensar que los niños aún tienen que aprender, que van a cometer errores que corregirán según vayan aprendiendo nociones de civismo y ciudadanía. Lo que ya no me cabe en la cabeza es que tengan que ser las fuerzas policiales las que vigilen para que las novatadas universitarias no se vayan de madre o, incluso, rocen el delito.

Vale que todos los que hemos pasado por la universidad nos hemos tenido que enfrentar a las bromas de los veteranos, pero no pasaban de eso, de bromas e inofensivas (al menos las que superé yo). De un tiempo a esta parte, parece que mezclar el estreno de un curso en la facultad con alcohol da carta blanca para ofender a los novatos, que además de tener que cargar con la 'L', pueden arrastrar un trauma por la vergüenza sufrida o los abusos de los que se creen con derecho sobre ellos por llevar algún año más matriculándose en su carrera.

Esos veteranos pasaron de meterse con el de las gafas en el colegio a denigrar a sus compañeros de aula universitaria. Dicen que un buen inicio es garantía de mejor final. No quiero ni pensar cuántos potenciales licenciados han abandonado su carrera por una novatada. Estos inicios deberían ser sanos porque son los cimientos del futuro.