Ela Gayubo de la Cámara

Aguas Abajo

Ela Gayubo de la Cámara


Ergo

22/12/2023

Están estos días que arden las redes sociales cultivando el caldo de lo que será un canto más a la egolatría y la pretensión a la que durante todo el año nos aferramos como un koala a su palo, pero en esta época, todavía más. Se nos llenan las pantallas de la mano de fotos de gentes de aquí y de allí, que te retan a tener un mejor año si fardas de experiencias con cuantos más desconocidos o conocidos mejor.

No se ha visto un culto al ego y a la mediocridad más adictivo que las redes sociales y aún así todos, aún pretendiendo mantener una pequeña lucha personal encendida y evitarlas, acabamos cayendo. ¿Por qué? Porque aunque sabemos que lo que nos ofrecen es un catálogo extenso en cantidad aunque poco informativo en términos de realidades de personas afines a nosotros, caemos en la estrategia del refuerzo intermitente, en el chisme y en el pasatiempo banal. Somos débiles y de las debilidades siempre hay alguien que saca un provecho. Usamos la popularidad como capital social dentro del grupo y acudimos a ellas incluso, en busca de consejo. Como dijo Sartre, «elegir al consejero es elegir el consejo» y, en este sentido, si esta es nuestra fuente de referentes ya estamos vendidos.

De la misma manera que parecía en origen que una tecnología que pusiera en nuestra mano todo el saber de la humanidad nos iba a convertir en seres más sabios y capaces, lejos de esto, el hecho de saber que en cualquier momento puedo disponer de la información que necesito ha matado por completo la curiosidad y la fortuna de descubrir. 

La sobreexposición a los demás ha convertido esta interacción en un foco de desconocimiento del vecino por exceso de información del mismo. El defecto por exceso. El colapso. Parecía simple e inocente la idea de comunicarnos con los nuestros de una forma fácil y acercarnos a entender la complejidad y el prodigio del ser humano pero fíjate que al final hemos alzado y sacado brillo a la mediocridad.