Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Casetas

05/06/2023

La pasada semana me llegó por Wasap un vídeo que, al parecer, anda circulando por los ambientes médicos de la ciudad. En él se ve a dos sanitarios (ignoro si son doctores, enfermeros u otra cosa) intentando abrir con un destornillador una puerta que se ha atascado. Es la entrada de una de esas casetas de obra (aunque la Junta no las llamó así) que se instalaron en las traseras del Centro de Salud de García Lorca para pasar consulta porque dentro no se cabía. Los tipos le ponen empeño, no aflojan y después de un buen rato consiguen abrir. Del interior sale jubilosa la médica (o enfermera) que riéndose dice que va corriendo al baño. Detrás va el paciente, un hombre tranquilo ya de edad, que se toma con deportividad los 20 minutos que estuvo encerrado.

Como es requetesabido, este centro de salud, y sus casetas adyacentes, lleva esperando gran parte del presente milenio ser sustituido por el nuevo del Silo. La histórica reivindicación de una instalación sanitaria decente (algo mejor que los bajos apretados de un edificio) algunas veces ha parecido estar cerca, pero han sido pocas y han durado un suspiro. La realidad cuasi permanente es la reflejada en el vídeo: damos por bueno que nos planten unas casetas de obra y lo llamen centro de salud, que estén en servicio durante años (esperemos que no décadas) y encima se atasca la puerta.

Y esta misma semana, del otro lado del frente de esta guerra, de las supuestas obras del Silo, llegaban también noticias. En realidad no son noticias porque no hay nada nuevo: las obras están paradas, la concesionaria no las ha reanudado como prometió y la Junta se plantea muy seriamente rescindir el contrato. Eso implicaría otra licitación, repetir todo el proceso por tercera vez y enterrar el proyecto bajo montañas de burocracia que retrasarían su inauguración otro par de años como poco. Lo dicho, ninguna novedad. 

Y llegados a este punto, juntando las dos historias y después de haber hablado tantas veces del Silo, a uno le entra la flojera, como de no poder más con el asunto. Y le dan ganas de llorar, de rezar a dioses o demonios, de ir al monte a pegar gritos y de otro par de cosas más. Y puestos a pedir algo, siendo realistas, solo cabría desear que al menos el arreglo de la cerradura de la caseta que se tuvieron que cargar los improvisados rescatadores no salga a concurso y se pueda remplazar este año. Si no es pecar de ambición, claro.

Salud y alegría.

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