Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


I have a dream

31/05/2023

Una de las mañanas de agosto de 2013, no muy pronto, llovía en Nueva York y hacíamos en autobús un trayecto que en principio teníamos pensado hacer caminando. En una de las paradas subió una mujer mayor con equipaje y con cansancio. Le cedí mi asiento y lo ocupó con agradecimiento al mismo tiempo que el ocupante de la plaza de enfrente sonrió con un gesto complaciente que era también de gratitud.

Yo había actuado de forma instintiva y de una manera totalmente natural en esa situación, así que la verdad es que esa gratitud, extendida y pronunciada, me sorprendió un poco al principio. Me sorprendió hasta que recaí en que tanto la mujer del asiento como el hombre de enfrente eran ambos de raza negra y en que en la mirada de los dos asomaba esa cicatriz de fatiga que dejan las luchas largas en su caso libradas por la igualdad de derechos. Seguramente que en su anonimato estaban desprovistos de gestos heroicos como el de Rosa Parker, la costurera que en 1955 se rebeló en otro bus urbano contra la orden de que dejara su asiento a otro ocupante blanco y quizás tampoco alimentaron textos como La negra y la rosa (Diario de un poeta recién casado / J.R. Jiménez,1919) donde la delicadeza de la viajera negra que sostenía una frágil rosa blanca hacía que todo oliera con un punto de eternidad y primavera. Pero en su cicatriz de fatiga había la misma eternidad y primavera que dos días más tarde respiré en el lugar de Washington en el que Luther King, 50 años antes, había pronunciado las palabras I have a dream

Tengo un sueño fue una improvisación, un torrente de optimismo y esperanza, de rechazo al odio y venganza, de deseo de justicia y concordia, realizado ante 250.000 asistentes (entre ellos Bob Dylan, Marlon Brandon o James Baldwin…) defensores de la igualdad de los derechos civiles y llegados desde todos los rincones de América. Ahora, cuando el espíritu que inspiró aquel discurso está desdibujado por la mancha y huella de Finkelstein, recordar y homenajear aquello en su 60 aniversario, ayudaría a regenerarnos. Ayudaría a lograr que ese método Finkelstein (aquel asesor americano que logró cambiar el mundo, a peor, según él mismo terminó concluyendo), consistente en aglutinar voto contra un enemigo engendrado desde el odio y con la mentira y que aquí se practica en los procesos electorales determinando episodios deplorables, se pudriera en su propio veneno. La buena gente necesita vivir teniendo un sueño.