Hoy es mi cumpleaños y lo voy a celebrar. Y mañana, también. Pero ya será viernes y entonces no será mi cumpleaños, solo será una celebración dilatada en el tiempo de un aniversario que ya forma parte del pasado, porque así lo marcan las caprichosas líneas que miden el tiempo. A no ser que… ¡Viaje en el tiempo!
Imagínense que en vez de burgalesa por los cuatro costados yo fuera rusa, pero no una rusa cualquiera, una rusa de la isla (hoy deshabitada) de Diómedes Mayor, situada en pleno Estrecho de Bering. En ese caso hoy podría celebrar mi cumpleaños en el día de mi cumpleaños. Y mañana también. Les invito a que embarquen conmigo porque desde allí podríamos cruzar los escasos cuatro kilómetros que la separan de la vecina (y escasamente habitada) Diómedes Menor, donde el viernes volvería a ser jueves por obra y arte de los meridianos del tiempo, así que los festejos continuarían en un limbo temporal y, no se lo pierdan, empezaríamos este periplo en Rusia y lo acabaríamos en Estados Unidos, concretamente en tierras de Alaska.
Es que si hablamos de celebrar, me salen pepitas de oro de la cabeza... Entre las dos islas que les acabo de hablar discurre el meridiano 180°, la línea virtual opuesta a Greenwich y punto de partida del día. Se la conoce como línea internacional de cambio de fecha y es la que hace que, pese a la cortísima distancia, los relojes de Diomédes Mayor estén 24 horas por delante que su vecina más pequeña, a la que se conoce como la isla 'de Ayer'. Mirar desde aquí la costa oeste en esta misma dirección, sería como encarar al futuro, mientras que, al contrario, se podría mirar al pasado a la cara.
Ya sea desde la isla 'de Mañana', desde la 'de Ayer', desde Burgos o desde cualquier parte del mundo, lo único cierto es que el tiempo pasa muy rápido… Así que celebremos lo que sea, pero celebremos, cuanto más, mejor.