Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Con las cosas del comer no se juega

13/09/2023

Aunque los recientes episodios de gotas frías o danas que sufrimos han hecho saltar las alarmas, uno de los graves problemas que mantiene España es la escasez de precipitaciones o, al menos, su registro en tiempo y forma. Este fenómeno atmosférico tiene mucho que ver con el calentamiento global y, habitualmente, produce más destrozos que beneficios en el necesario equilibrio medioambiental. Las lluvias torrenciales no embalsan el agua de igual forma que lo hacen las precipitaciones estacionales y, de hecho, tras las fuertes tormentas de estos días, la capacidad media de los embalses españoles está a un 37% de su capacidad.

La situación de sequía es dramática para el campo español en general y para los cultivos de Castilla y León, en particular. A ello se suma la crisis hídrica y medioambiental, que no solo afecta a la agricultura y la ganadería, sino a otros muchos sectores necesarios en la vida cotidiana. Basta echar un vistazo al estudio elaborado por la Agencia Europea de Calificación Scope Group para ratificar que la sequía es un problema de enorme magnitud que podría costarle a España la friolera de 4,6 billones de euros de aquí al año 2050. La agencia advierte que, de esa cantidad, 1,8 billones corresponderían a las pérdidas agrarias, para lo que sugiere invertir en tecnología capaz de generar el máximo aprovechamiento del agua y el ahorro energético.

Los efectos de los dos fenómenos que se repiten últimamente en España, es decir, las altas temperaturas y la ausencia regular de precipitaciones, también pueden incidir negativamente en otras importantes fuentes de ingresos: la industria turística y la misma producción agroalimentaria. Las sofocantes temperaturas que hemos vivido durante las últimas épocas estivales en las zonas de mayor afluencia turística podrían provocar un éxodo de visitantes internacionales a otras zonas más templadas de Europa, mientras que la insuficiencia hídrica conllevaría la pérdida de cultivos, poniendo en serio peligro la seguridad alimentaria.

Ambas cuestiones no hacen sino recordarnos que los desafíos son urgentes y la toma de decisiones de los poderes públicos va más allá de una agenda política monopolizada por los intereses independentistas. Sabemos que nunca llueve a gusto de todos, pero digo yo que primero serán las cosas del comer y luego las ensoñaciones.