Martín Serrano

Plaza Mayor

Martín Serrano


De oficios y beneficios

18/02/2024

«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Dios!»... cantaba Rubén Blades en su universal y eterna canción de salsa Pedro Navaja. También debió de llevarse un buen sobresalto el director de un nuevo periódico local, cerrado hace ya un cuarto de siglo, al leer mi currículum de periodista recién licenciado. Igualmente, me extrañé yo cuando me llamó para decirme que quería conocerme. En el horizonte, un codiciado puesto de becario por tres meses, entonces bien remunerado.

Me viene este recuerdo a la mente ahora que agricultores y ganaderos están tan en boca y a vista de todos, en pie de guerra y de subsistencia; en pos de su futuro. El aquí presente, aunque no cultiva hectáreas ni huerta, ni caza, ni pesca, ni va a por setas, de alguna manera es uno de ellos. De campo. Lo mamé y lo sudé. Sin tractores y sin la PAC. (Por cierto, ya han empezado en el Principal unas interesantes charlas de la UBU sobre oficios rurales olvidados).

El antes mentado es el único currículum que he escrito en mi vida, y que por desgracia no conservo. Entonces no le di importancia. Ahora me hace gracia. Y, aunque está mal que yo lo diga, triunfé. Logré abrir la 'primera puerta': llamar la atención del que sería mi primer jefe. Y el primero nunca se olvida, por el estreno y, en mi caso, por lo mucho que aprendí de él. Soy un tipo con suerte, también en esto. 

El caso es que tenía que escribir una 'carta de presentación' veraz y que resultara atrayente, y mis notas llamaban la atención por mediocres, no tenía experiencia alguna y tampoco inglés ni conocimientos de informática. No había hecho la mili ni contaba con carné de conducir, y menos con vehículo propio. Lo cierto es que ni era el primero de la clase, ni había cursado un máster en EEUU, ni era hijo de, ni apuntaba maneras por ningún lado. Triste, pero real. Pero...

En un arranque entre vacilón, desesperado y esperanzado, decidí tirar por la verdad y una vereda rural y propia. Le conté a mi futurible director por escrito que, dado mi origen humilde y campesino a orillas del Pedroso, me defendía muy bien ordeñando vacas y cabras, cavando patatas, escamundando alubias, descoquinando nueces, regando remolachas por el pie, segando a dalle y a hoz, trillando, beldando, rabotando corderas, esquilando ovejas... Me imagino su cara de incrédulo... Si no llega a ser porque el destinatario de mi atrevido desatino había mamado también dichas tareas, mi currículum hubiera acabado sin sorpresa en la primera papelera en vez de en la terna elegida de entre el centenar de candidatos.

35 años después, sigo juntando letras de seguido gracias a haber usado de niño la zoqueta, la zuela y la colodra, hoy habitantes de museos etnográficos.