Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Identidad y fútbol

01/05/2023

El deporte es una de las herramientas más eficaces para generar identidad y vínculo con una marca o nación; de ahí que haya empresas que gastan grandes sumas en patrocinios y que los partidos independentistas los quieran utilizar para construir su identidad. Estas capacidades se subliman en el fútbol y por eso a su alrededor crece lo mejor y lo peor de cada sociedad, como si fuera una muestra.

Muchos empresarios creen que la propiedad de un equipo fútbol es como la RAE, que «limpia, fija y da esplendor». En España se ha visto de todo, desde equipos movidos por narcotraficantes (Sito Miñanco llevó al Club Juventud de Cambados hasta Segunda B) y prestamistas (Manuel Ruiz de Lopera, el del Betis, hizo un capital financiando a tipos de usura a los que la banca convencional no quería), a una llamativa atracción de constructores (desde José Luis Núñez Navarro en el Barcelona a Jesús Gil es el Atlético de Madrid, pasando por el líder Florentino Pérez).

Aquellos modelos, donde se hacía con la presidencia del club lo mejor de cada camada, trajeron la quiebra de muchos equipos y que en 1990 se aprobara la ley que implantó las Sociedades Anónimas Deportivas para dar control y transparencia a estas 'empresas'. Hoy todos son SAD, menos Real Madrid, Barcelona, Athletic Bilbao y Osasuna. 

De inmediato vino la televisión de pago y con ella el fútbol se convirtió en un artículo de lujo. Los derechos de retransmisión han sufrido una de las mayores burbujas. En la última subasta, la Liga vendió la retransmisión de cinco temporadas por 4.950 millones de euros. De esta fiesta participan los clubs de Primera y Segunda División. Tanto dinero y 'prestigio social' han provocado la atracción de capitales de todo tipo de pelaje y condición, a lo que también ha contribuido el nuevo modelo societario de los clubs.

Así es en todos los países donde el fútbol es el deporte rey, con Reino Unido como máximo exponente del despropósito. Esto ha dado lugar a que oligarcas rusos, empresarios chinos, príncipes árabes o de Singapur, todos ellos con mucho dinero y falta de trazabilidad, compren clubs mientras todos se tapan la nariz. Lo que suceda con el Valencia y su dueño, Peter Lim, va a ser una buena piedra de toque. No olviden que los aficionados pueden generar hinchadas descontroladas si ven que los dueños desprecian su identidad. Jugar con los sentimientos tiene esos riesgos.