Tomás Medina

Aguas Abajo

Tomás Medina


Un profesional

11/02/2023

La calidad de los establecimientos hosteleros se define, básicamente, por la atención del personal que trabaja en ellos. Quiero decir que ya pueden disponer las instalaciones de un hotel, un bar o una casa rural de los últimos adelantos modernos o de la más actual decoración, si luego las personas que trabajan en estos establecimientos no están al servicio de sus clientes.

Últimamente ha aumentado el deterioro de la atención al público. O bien porque la clientela se conforma con todo, es decir, nos sentamos en una terraza y no exigimos, por ejemplo, que, antes de servir las bebidas, se limpie la mesa adecuadamente. O bien porque la calidad del servicio ha perdido nivel, sin más. Al igual que en muchos lugares ya no existe un mantel en condiciones cuando vas a comer, tampoco nos llama la atención que haya que repetir la comanda al camarero hasta dos o tres veces. «Una caña, tres tintos y dos blancos». «¿Tres cañas, dos tintos y un blanco?». «Una… caña, tres… tintos y dos… blancos». Y se lo repites utilizando los dedos de la mano, para asegurar el mensaje.

En este sentido, perviven todavía trabajadores en bares y restaurantes que saben, que siguen sabiendo, hacer bien su trabajo. Para mí son excepciones, ya digo, a ese deterioro normalizado y aceptado, que nada tiene que ver con el aumento de la sordera o la pérdida de memoria en el personal de hostelería.

Quique es un camarero que entra en la excepción. O sea, que es excepcional. Desde la barra de «El Lagar» está pendiente de cada cliente. Te escucha con atención y te atiende con diligencia. Jamás le he visto una mala cara, un cabreo o una queja por la actitud de algún cliente. Y sin duda que, a veces, tendrá motivos para ello. Quique es menudo, movido, simpático, atento. Capaz de recuperarte, junto a la leña del horno del restaurante, ese periódico del día anterior que olvidaste comprar. Un profesional.

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