David Hortigüela

Tribuna Universitaria

David Hortigüela


Nativos digitales

06/04/2023

En la actualidad, es innegable el potencial que tiene la tecnología como herramienta de aprendizaje. Obviar o infravalorar sus beneficios carece de toda lógica educativa y pedagógica. Sin embargo, hay una clara diferencia entre las infinitas posibilidades que derivan de la tecnología y su uso racional por parte del estudiante. Y es precisamente aquí donde surge el debate, un debate que nos concierne a todos.

En una sociedad movilizada en gran parte por la cultura del like, el uso indiscriminado de las redes sociales y en la que el acceso a la información, a través de infinidad de fuentes digitales, es una constante en las acciones cotidianas del individuo, merece la pena pararse a pensar acerca de la verdadera reflexión y consciencia que esto genera como colectivo. Todos nuestros estudiantes universitarios han nacido en la era de expansión de internet, en la que su uso para obtener información no se cuestiona, y esto se hace a través de diversidad de dispositivos. Todo adolescente parece haberse ganado el derecho a tener un smartphone en el bolsillo, cada vez a edades más tempranas. Ahora bien, que estén todo el día conectados no quiere decir, ni mucho menos, que estén utilizando la tecnología para aprender, ni que incluso sepan cómo utilizarla para hacerlo. En muchos casos hacen un uso de la tecnología para consultar Instagram, Tik-Tok, WhatsApp…es decir, para visualizar contenido, vacío de significado y escasamente conectado entre sí, que sirve más como vía de entretenimiento que como medio para lograr un aprendizaje significativo. Ante esto, cabría preguntarnos: ¿los estudiantes aprenden más y mejor gracias a la tecnología?, ¿quién les enseña a utilizarla de un modo eficaz, reflexivo y crítico?, ¿somos verdaderamente conscientes del tiempo que pasa un estudiante delante de una pantalla?, ¿es este tiempo necesario y efectivo?, ¿utilizan la información de la red de una forma fidedigna?

De todas estas cuestiones deriva un concepto clave como es el de alfabetización informacional, entendido como la capacidad que tiene el individuo para gestionar la información, y que va desde la consciencia sobre qué información se necesita, por qué se necesita, dónde y cómo se puede acceder a la misma y cómo utilizarla de manera responsable y ética. Por lo tanto, y ante el 'boom informacional' en el que nos encontramos, el reto se encuentra en enseñar al estudiante cómo filtrar la información, cómo ser crítico ante la misma y cómo cuestionar su proveniencia, discerniendo las fake news del contenido verdaderamente relevante y fehaciente. Nuestro rol como docentes, y más en la formación inicial del profesorado, ha de fundamentarse en la demanda de tareas relevantes que vayan mucho más allá del corta y pega y, sobre todo, que se construyan a partir del aporte personal del estudiante, sea individualmente o en grupo. Para ello, como es habitual, es fundamental la metodología aplicada. Estaremos de acuerdo en que educar es mucho más que informar, y ahí es donde el docente cobra una relevancia imprescindible. Debemos concienciarnos de que la inteligencia artificial está para quedarse, y que herramientas como ChatGPT, más que para demonizarlas, deberían de servir como aliciente para demostrar el rol fundamental que tiene el docente. 

Tenemos un gran reto, nada fácil, que es el de orientar al estudiante en el uso de la tecnología para aprender, y no solamente para entretener, dos conceptos muy distintos y que en ocasiones se confunden. Esto hay que trabajarlo intencionadamente desde las primeras etapas, ya que hay datos alarmantes sobre la dependencia de los niños hacia las pantallas, a través del poder de estas para obnubilar. Porque, ser nativo digital, dista mucho de emplear la tecnología como medio de aprendizaje.