Quién te manda, Carlitos. La madre que te parió. Plantarse en los toros en Murcia a tu edad. Ya te vale.

Alcaraz, que para los que vivan en otro planeta era hasta hace 5 días el número uno del mundo del tenis y tiene la insultante edad de 20 años, se ha ido a los toros a su Murcia del alma. Con Camacho y con Pepín, por cierto. Menudo trío. Carlitos, que así le gusta que le llamen, ha tenido el descaro que tiene en la pista para hacer algo tan natural como ir a donde le sale de las narices. Ya ven ustedes.
Descaro, digo, porque para ir a los toros hoy día, si eres un personaje público, hay que tenerlo a raudales. Descaro y dos bemoles que te cuelguen hasta el suelo, porque te van a atizar. Te van a atizar de lo lindo.

Y le han atizado hasta en el cielo de la boca. Servidor ha leído a algunos que piden que se le caigan contratos publicitarios, que ya no le van a apoyar. Por supuesto ha pasado en un día a pertenecer al amplísimo club de los fascistas españoles, que no sé yo si caben más. A Alcaraz le han deseado la muerte por ir a los toros, le han deseado fracasos, le han acusado de no tener educación alguna, de ser un sádico y un degenerado con limitaciones mentales. Todo esto y mucho más por ir a los toros. Repito, por ir a los toros. 

Carlos tiene 20 años. Tenía siete cuando en Cataluña se prohibieron de manera ilegal las corridas de toros y unos pocos más cuando empezó a escuchar en los telediarios a representantes públicos decir que ir a una plaza es un acto deleznable propio de cavernícolas. Carlos es joven, y como joven que es, es rebelde. Por eso hace lo que le apetece, sin importarle lo que opinen los sectarios y fascistas, pero fascistas de verdad que te dicen qué hacer, dónde ir o a qué espectáculo debes o no debes asistir.

Bienvenido al club, Carlos. Es un orgullo tenerte a este lado y una satisfacción ver cómo rabian los radicales que no entienden más cultura que la del odio, creen que ir al campo es darse una vuelta por el parque del Retiro y ser animalista, adoptar un gato en su piso de Malasaña. Que sigan ladrando, que ya sabes que eso, Carlitos, Don Quijote dixit, es señal de que cabalgas en la buena dirección.