Lorena Bodas

Aguas Abajo

Lorena Bodas


325 días

11/01/2023

¿Puede tener cosas buenas una guerra? Vaya preguntita. Pero no, rotundamente no. Realmente lo que quiero transmitir es que los conflictos obligan a muchas personas que los sufren a desplazarse (por no decir que huyen) y ser acogidos en otros lugares. Y que eso permite a los que los reciben descubrir otras culturas y tradiciones que, de otro modo, tal vez ni se molestarían en conocer.

Por poner un ejemplo, si me preguntaran qué sabes de Ucrania, hace 10 meses hubiera respondido que su capital es Kiev y que su gente es extraordinaria; por no decir que apenas conocía de su historia más que el accidente nuclear de Chernóbil. Hoy la cosa cambia. Nunca he sentido tan de cerca una guerra y sus consecuencias, y mira que he tenido que estudiar unas cuantas. Casi todos de estos 325 días he coincidido con un refugiado ucraniano, bien en la cafetería que hay frente a mi oficina, bien por la calle. Se les reconoce enseguida, por sus cabellos rubios. Y hoy, sigo sin saber mucho de la historia de ese país, pero sé más de la otra historia, la de sus gentes. Sé que Vania es el diminutivo de Iván, que la tarta de miel está deliciosa, que hay mujeres formidables que han salido solas con sus hijos dejando en la guerra a maridos, padres e hijos; que hay un hombre mayor que pregunta cada día a su hija cuándo podrá volver a casa…

El sábado 7 comenzaba la Navidad Ortodoxa. Ese día tuve la oportunidad de presenciar la entrega de regalos del Club Rotary de Aranda a los niños ucranianos que viven aquí. Querían hacerles partícipes de nuestras tradiciones y ellos nos regalaron un canto típico que hablaba de felicidad y alegría. ¿Cabe la felicidad en una guerra? Otra preguntita…

Solo puedo decir que ojalá nunca hubiera tenido que saber nada de Ucrania, ni de Bosnia, ni de la guerra civil española, ni de las guerras Púnicas, ni de ninguna otra guerra, pues es así como comenzó el estudio de la Historia: narrando una guerra.