Belén Marticorena

Sobreviviendo en la Jungla

Belén Marticorena


Poner puertas al campo

12/04/2024

Estos días he recordado mis primeros pasos en el mundo laboral, cuando me reunía un día sí y otro también, intentando evitar lo que en aquellos años noventa era la apertura total del comercio, con la liberalización de horarios y la desaparición de los periodos de rebajas, y otro sinfín de regulaciones comerciales, que han perjudicado muy gravemente -y siguen haciéndolo- a los pequeños frente a los grandes. La frase favorita, cuando se nos ocurría solicitar en cualquier foro algún limite en la norma para equilibrar las reglas del juego entre grandes y pequeños siempre era la misma: «No se le pueden poner puertas al campo», y nos la soltaban con esa condescendencia tan poco generosa, de los que saben que ya muy poco puedes hacer para cambiar las cosas.

Frente a esta expresión desaparecían los argumentos y permanecía en el aire la sensación de que si insistías, eras una estúpida o no tenías ni idea del funcionamiento del mercado. 

Lamentablemente, parece ser que al final algo de razón sí que teníamos y, con los años, esta expresión ha dejado claro que dejar las puertas del campo abiertas, como nos pedían, solo lleva a dos situaciones: por un lado, se te escapan las gallinas, y por el otro, viene el zorro y se come lo poco que te pueda quedar. Así que ni eran tan listos quienes nos vendieron este mensaje, ni nosotros tan tontos como nos querían hacer creer. Por eso, en estos días me hubiera gustado poder ayudar a nuestro encantador ministro de Transportes, y avisarle de que cuando se juega a cosas de mayores -en su caso, con los trenes- pues eso, no puedes poner puertas al campo. En el mundo real no basta con ser el más bravucón, sino que debes achantar con que se te cuelen los franceses por este campo donde no has dejado una sola puerta que cerrar. Al parecer, los trenes franceses son más baratos y será con quienes se van a ir todas las gallinas. Y sospecho también, que si se queda alguna despistada, vendrá el zorro y la acabará convenciendo.

Yo mientras, como soy más bien urbanita, me iré de compras, porque nuestro comercio, a pesar de tener desde hace años todas las puertas del campo abiertas, sigue luchando cada día por su supervivencia, no como otros cobardes.