Martín Serrano

Plaza Mayor

Martín Serrano


Aguanta

28/01/2024

Los tiempos avanzan que es una barbaridad (perdón por este lugar común), inestables y vertiginosos en casi todos los sentidos. La vida nos tambalea y trompica. Va más rápida de lo que muchos podemos aguantar y acompasar. Eso nos llena de inseguridades y miedos. De oscuros pasillos con poca luz al fondo. Nos desnuda. La tecnología nos domina y somete.

En este imprevisible e impuesto caminar, sin tiempo para agarrarnos a algo tangible para evitar el abismo, hay todavía esperanza. 
Entre códigos de barras, lectores de etiquetas, bluetooth, internet, intranet, pagos con el reloj, localizadores digitales, contactless, redes sociales de todos los estilos, aplicaciones para lo inimaginable, la nube (¡la nube!), teléfonos con radio, tv y mil opciones más, inteligencia artificial por todas las esquinas... En fin, en medio de este tsunami que a tantos de nosotros nos ahoga, algo perdura con gallardía de lo que fuimos apenas hace unos pocos años, cuando no fiábamos toda nuestra vida a un aparatito y a lo invisible. Algo conserva su figura y su finalidad. No ha evolucionado nada. Está como el primer día. Por él no pasan las décadas.

Sí, ahí está él. Estratégicamente repartido por la ciudad y la provincia. Muy atento a nuestra salud. La física y, sin saberlo, también la mental.
Cuando acudo a sus dominios, más de lo que me gustaría, y le veo actuar me siento como si estuviera ante una película del oeste en la que los retados vaqueros sacan sus pistolas para que la puntería se convierta en justicia. En este caso, suelen ser señoras estudiadas con bata blanca tras un mostrador las que abren el cajón con soltura y, mecánicamente, toman al tacto a nuestro genio incorrupto y eterno, le sacan la punta, cortan el cartoncito y lo pegan con cello como en una hoja de cromos que parecen todos iguales.

Sí, estimados lectores, estoy fascinado con el cúter. Pero, sobre todo, porque en 2024  mundos tan avanzados como el comercial, el farmacéutico y el administrativo todavía se use una cuchillita para 'registrar' las ventas. 

Muchas gracias, cúter. Larga vida a tu filo eficiente y a los boticarios. Llegará un día en el que los jubilados cambiarán las obras por las farmacias (bueno, muchos ya lo hacen, pero no por placer) solo para ver cómo partes la pana y cortas el bacalao. Eres el puto amo. Y además, con tilde y anglosajón.