La volatilidad de las previsiones políticas crece con el paso del tiempo en España y en Europa. Los gobiernos de los tres grandes países europeos (Alemania, Gran Bretaña y Francia) tienen expectativas electorales negativas y la composición de sus nuevos ejecutivos es favorable a la oposición. El caso español es peculiar por la cercanía de las últimas elecciones, pero la estabilidad de la legislatura es problemática por el estrecho margen parlamentario del gobierno, que aconseja evitar cualquier votación por el riesgo de perderla. El gobierno de coalición en dos escalas (acuerdo de gobierno con Sumar y acuerdos parlamentarios con seis grupos regionales) está al límite y está obligado a pactar y pagar cada votación.
El presidente Sánchez dice que agotará la legislatura y que la oposición (el PP de Feijóo) tendrá que esperar hasta el 2027 para aspirar a alcanzar la Moncloa. Tres años que pueden ser demasiado largos incluso para el resistente Sánchez. Agotar la legislatura cuando en sus primeros cien días ha tenido que asumir algún fracaso en las votaciones parlamentarias, parece más que improbable.
La primera ocasión electoral de la legislatura, elecciones en Galicia, le ha salido mal al Partido Socialista. En abril tiene una nueva oportunidad en el País Vasco, donde se dirimirá la victoria entre los dos partidos nacionalistas que son socios de Sánchez. Un escenario que pondrá a prueba los pactos parlamentarios actuales en el que los socialistas tienen más que perder que ganar. El tercer set se jugará en junio con las elecciones europeas, que vienen con más incertidumbres que nunca para definir las mayorías en la Unión, pero a nivel nacional darán una potente señal sobre las expectativas de socialistas y populares. Que gane uno u otro y, sobre todo, la diferencia, dará la medida de la resistencia de ambos al cumplir el primer año de la legislatura.
Una cuarta oportunidad, este mismo año, vendrá con las elecciones catalanas, que constituyen la gran apuesta política de Sánchez en la legislatura. El óptimo supone ganar la Presidencia de Cataluña para Salvador Illa, que supondría el acierto de la polémica catalana de Sánchez. No ganar la presidencia, pero entrar en el gobierno catalán sería un subóptimo para Sánchez, que podría defender la viabilidad de su apuesta catalana. Cualquier otro resultado le dejaría en una posición muy precaria, caso insostenible para agotar la legislatura. Tiempos inciertos y volátiles para la política.