Llevo valorando varios días si escribir o no sobre este tema, pero siendo mujer y sabiendo que voy a ser condenada y fusilada al amanecer, me voy a atrever y voy a decir lo que me pide el cuerpo, todo ello, más allá de mis consideraciones personales sobre los dos intervinientes y su género.
Sinceramente, creo que se han sacado las cosas de quicio y sobre todo de contexto. Si me abstraigo y borro todas las opiniones y campañas orquestadas alrededor del famoso beso, valorando únicamente el momento y la situación en la que tuvo lugar, lo primero que me encuentro es con una inmensa alegría y emoción que embargó a todo un país, así que las emociones, que en las casas estaban a tope, allí donde se celebraba el hecho presumo que eran prácticamente incontenibles. En un evento así, los gestos se descontrolan, y para entenderlo solo nos hace falta recordar algún instante de nuestras vidas particulares y pensar en lo que hicimos en un momento similar: gritar, abrazar, llorar, brincar… o, tal vez, besar.
Ahora, como si no hubiera problemas reales que solucionar, leo perpleja que dar un pico puede llegar a ser una agresión sexual, elevando el hecho a un suceso de carácter internacional. Yo me pregunto si tanta hipocresía nos va a llevar a algún sitio. Para mí que el problema es que hay cada vez más personas con la mirada sucia, muy sucia. Gestos que deberían quedar dentro de lo espontáneo, seguramente inadecuados por ser públicos y notorios, los hemos convertido entre todos en una cuestión de Estado, generando una opinión que no implica que sea la verdad.
En definitiva, lo que yo veo, es a dos personas que se conocen y tienen trato desde hace tiempo, con unas formas o códigos propios en su relación. Y en un momento de una emoción muy intensa, han celebrado un hecho histórico con un pico totalmente espontáneo y sin ningún carácter sensual. Todo lo demás, se me escapa, pero en un verano donde me han llegado mensajes como que las mujeres tenemos que enseñar nuestros pechos para empoderarnos, o que ya no se pueden dirigir a mí como niña, o guapa, y solo debo admitir el término señora, casi que me empiezo a plantear cambiar de género o de planeta.