Hay películas o libros que no se valoran igual tras un revisionado o una relectura con más años y criterio. Y me refiero a cuestiones artísticas y formales, no a analizar argumentos con la perspectiva actual: quién entiende ahora el empecinamiento de Maureen O'Hara con su puñetera dote y a John Wayne arrastrándola por los prados de Innisfree para demostrarle al cuñado que ahora sí, ahora va a pelear por lo que su mujer considera que es suyo. Ni falta que hace: El Hombre Tranquilo es (a mí me lo parece) una maravillosa película, entonces y ahora. Pero hay obras que una no ha podido ver de nuevo, ni siquiera para saber si han resistido el paso del tiempo. No he querido volver a enfrentarme a la desolación de ese maestro de la Galicia rural en La lengua de las mariposas, una película de la que no dejo de acordarme desde que Xavier Bobés, el coautor de la obra teatral sobre Antoni Benaiges, comunicó que el Ayuntamiento de Briviesca había cancelado la representación prevista para este pasado sábado.
El filme de Cuerda cuenta una historia de ficción, pero refleja la vida y anhelos de cientos de maestros en la República que creían que había otra manera de enseñar a esos niños a los que estaban abriendo una ventana al mundo. El personaje de Fernando Fernán Gómez invita a los chavales a que observen su entorno y les enseña términos raros y preciosos que les acompañarán para siempre, porque todo el mundo sabe que un buen docente deja en sus alumnos una huella solo similar a un tatuaje. Aquellos niños todavía no se han empapado de la miseria ni los miedos de sus padres, así que cuando les conminan a insultar a los primeros 'depurados' en su pueblo, entre ellos su maestro, no encuentran más palabras que las que descubrieron gracias a él. El sueño de Don Gregorio se desvanece. Más bien es talado casi por la raíz. El maestro decía en la película que si se conseguía educar a una sola generación de españoles en libertad, ya nadie se la podría arrebatar. Benaiges tampoco lo pudo ver, pero su historia, hoy, sigue muy viva.