Ha pasado bastante desapercibida la decisión del Gobierno central de renovar el bono cultural joven de 400 euros. Al parecer, en este caso, se trata de una ayuda para «construir una sociedad más crítica y comprometida», que dijo la portavoz del Ejecutivo. Nada comentó la ministra de la pertinaz sonrisa sobre la posibilidad de que en el pesebre de la subvención también abreven niños bien, con las economías familiares muy saneadas, esa opción que tanto indigna al Gobierno cuando los beneficiados por otros bonos, en este caso térmicos, son vicepresidentes de la Comunidad de Madrid con familia numerosa. 

La metedura de pata de la líder de Más Madrid, Mónica García, acabó por desbaratar esa campaña contra los 'poderosos' que se benefician de las ayudas con las que el Gobierno riega al personal. Médica y madre también cobraba esa ayuda, aunque no era consciente de ello y, como el tal Ossorio, lleva una vida 'a todo trapo', vamos, sin estrecheces. 

A pesar de tanta demagogia, el debate tiene su interés. Pero no solo el que pretende vincular el nivel de renta al cobro del bono térmico -que el Ejecutivo no modificará en vísperas de unas elecciones-. También hay otras 'ayudas' que se pueden poner en entredicho por la capacidad adquisitiva de quien las recibe. ¿Dejarán de tener descuentos en multitud de servicios aquellos jubilados que cobran la pensión máxima o que tienen patrimonios considerables? Ya les digo yo que no. 

En su día, a José Luis Rodríguez Zapatero se le ocurrió arruinar un poco más a España regalando 2.500 euros a todos los recién nacidos de este país. No importaba la cuna. Lo que importaba, como ahora, era utilizar el dinero de todos para los intereses partidistas.