Hermosura para los oídos

Samuel Gil Quintana / Burgos
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YoglarEscuela itinerante de música

Rocío, junto al teclado del que dispone en su oficina, situada en el espacio de coworking de La Colmena. - Foto: Christian Castrillo

La musicóloga Rocío Madueño emprende su carrera profesional con Yoglar, la primera escuela itinerante que inculca la expresividad de la música a través de técnicas tan innovadoras como la estimulación prenatal.

Hay en el mundo, tal y como dice Paulo Coelho, un lenguaje que todos comprenden: es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree. Con él, se comunica sin duda alguna la burgalesa Rocío Madueño, música de pro, que el pasado año dio vida a Yoglar, la primera escuela musical con carácter itinerante que pretende apostar por un aprendizaje cercano, educativo y útilmente vital. Desde su ‘salida’ al mercado, un gran número de colectivos y particulares han confiado en sus servicios, totalmente innovadores, como ella misma reconoce. «Hacía mucho tiempo que esta idea me rondaba la cabeza, ya que quería hacer algo diferente a lo establecido. La idea de la itinerancia surgió hace un año, pues hoy en día todos vamos corriendo a todos lados. En ocasiones, algunos padres se encuentran con el hándicap de tener que llevar a los hijos a sus clases extraescolares y esperar a que salgan, ¿por qué no ir nosotros, amoldarnos, a esa necesidad de falta de tiempo, ahorrando el desplazamiento y la espera al cliente?», se preguntó.

Los primeros tumbos de Yoglar supusieron para Rocío algo tan vibrante que llegó a perder la capacidad de sueño. «No dormía por las noches. Las ideas se sucedían continuamente en mi cabeza, una detrás de otra, con el único propósito de seguir transformándome a mejor», asegura entre risas.

La escuela que ha formado Rocío no es una escuela al uso. Además de la itinerancia, su mayor virtud es la apuesta por la estimulación musical temprana. Esto incluye la estimulación prenatal durante el último trimestre del embarazo, una metodología novedosa en Burgos que va dirigida, sobre todo, al bebé. De la misma forma, Yoglar acude a hogares, guarderías y centros educativos, donde interactúa, a través de grupos en los que también tienen cabida los padres, con niños comprendidos entre 0 y 12 años, guiándose siempre por las características concretas de cada alumno. «No buscamos el virtuosismo, sino el amor por la música, y para ello enfocamos las sesiones desde un punto de vista socioeducativo. Tratamos de que sientan en expresión, en comunicación, en sociabilidad y en compartir para con los demás. A quien sea más tímido, que le ayude a sociabilizarse; al egoísta, a compartir; al despistado, a aumentar la concentración; en definitiva, aportarles algo de cara al desarrollo integral de su persona», declara.

Precisamente, son estas nuevas materias las que Rocío considera que van a entrar en auge. Es por ello que continúa formándose a pleno rendimiento en las mismas, puesto que no desea quedarse rezagada. «La musicoterapia es una rama que se está expandiendo por momentos. Socialmente puede vislumbrarse un cambio mediante respuestas alternativas que reportan efectos muy positivos, tanto para el cerebro de un niño como, por ejemplo, para el de una persona que sufra de alzhéimer», concede esta pianista profesional que admite haber llevado «desde siempre» los acordes en su interior.

En el buzón de la música únicamente se atreve a postear palabras bonitas. «Es emoción, profesión y vocación. Sin ella, mi vida no tendría sentido», proclama. Sin embargo, posee también una visión objetiva del panorama educativo actual y afirma: «La música no es sólo teoría, ni pentagramas. La rama que se imparte a nivel escolar es necesaria, y no la discuto, pero también se precisa de otra vertiente, más experimental».

Cuando tenía 8 años, uno de sus profesores del colegio le indicó que gozaba de unas magníficas cualidades. Habló entonces con sus padres, y ellos fueron los encargados de apuntar a Rocío al conservatorio de la ciudad. Con el paso del tiempo, se percató de que su sueño era contagiar a los niños el amor que siente por cualquier sonido melódico.

Es esto, curiosamente, lo que pretende lograr de la mano de Yoglar, ya que «la mejor forma de transmitir el amor por la música es viviéndola día a día en primera persona», afirma. Y lanza un mensaje: «Que guarderías, centros, padres y madres me den la oportunidad de demostrarles que esta forma de entender la música es buena para el crecimiento de los jóvenes».

A pesar de que la música amansa a todo tipo de fieras, humanas y animales, por muy mal dadas que vengan, reconforta saber que el compás de Rocío está presente, pues recuerda, incesantemente, que la belleza todavía existe.