Un sueño americano para el campo burgalés

DIEGO PÉREZ LUENGO / Burgos
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Álvaro Ruiz, bilbaíno con raíces burgalesas, trabaja en un proyecto que pretende aumentar la rentabilidad de los campos de cultivo en todo el mundo. Lleva en Estados Unidos desde 2008 y trabaja en una importante empresa energética americana

Plantas como la camelina se están haciendo con los cultivos de Estados Unidos, de ellas se puede sacar un aceite para biocombustibles que no supone una competencia para la cadena alimenticia. - Foto: DB

El campo castellano hubo un día que fue mucho más. El arte cogió la inspiración de sus espigas, alumbró poemas con palabras de Machado y sembró el pan que ponía la comida en las casas. El campo castellano un día creyó que sería para siempre, que las caricias de arado que recibía no se irían nunca, que el mimo con el que los campesinos recogían su fruto no se perdería y que toda España seguiría abasteciéndose de su inigualable cereal. Al final solo quedaron los poemas de Machado inmortalizando su soledad decadente.

Pero hay un sueño americano que le quiere brindar otra oportunidad. Y hay una persona en ese sueño americano que quiere devolverle a su tierra parte de la felicidad sembrada en los veranos que ha pasado entre sus mares de espigas. Esa persona es Álvaro Ruiz. Natural de Bilbao pero con raíces de Nofuentes, su familia lleva toda la vida viviendo en el paraíso natural de las Merindades. Un rincón al que regresa siempre que puede para poner los pies en la tierra de una vida de ensueño. Hace 15 años que se marchó a Estados Unidos a probar suerte y ahora se ha convertido en un importante ejecutivo dentro de una empresa energética americana que cotiza en el Nasdaq (segundo mercado de valores más importante del país). Su nombre es Vertex y le está dando la oportunidad de maquinar un plan para que los campos de Castilla tengan una nueva oportunidad de renacer.

La estrategia no es sencilla, cuenta con numerosas barreras en materia de legislación por parte de la Unión Europea, pero Ruiz afirma convencido que en el momento en el que se den cuenta del potencial de este modelo de explotación de los recursos naturales, no habrá más remedio que sucumbir a él. Porque de una hectárea de tierra se va a poder extraer un doble beneficio. Y eso, en los tiempos que corren para la agricultura, resulta cuanto menos atractivo.

Su plan, que ya está siendo desarrollado con éxito en Estados Unidos y estudiado para implantarse en otros países, consiste en actuar con la normalidad de los ciclos que requiere cada cultivo, respetando sus tiempos, pero aprovechando el terreno cuando estos dejen de suponer un rendimiento activo. Es decir, que si por ejemplo el trigo ocupa durante nueve meses el protagonismo de una parcela, desde que se siembra hasta que se cosecha, hay tres meses en los que, según este modelo, se está perdiendo la oportunidad de generar dinero.

Todo esto parte de la base de la transformación de las energías. El bilbaíno emigró en busca del sueño americano de la mano de una empresa energética que se nutría del petróleo para generar los combustibles necesarios para que funcione el mundo. Pero ahora esos combustibles están cambiando. Las corrientes y la lógica que se quiere abrir camino rumbo hacia la sostenibilidad, demandan nuevas fuentes de biocombustibles, que reducen la huella de carbono de una forma muy significativa y aquí es donde entra en juego de nuevo el campo castellano.

Porque durante los meses de invierno en los que el cereal da tregua a los minerales que ha consumido en su proceso de crecimiento para convertirse en un grano distinto, se pueden establecer cultivos de rotación con plantas como la camelina. Con una modificación genética que ya está dando sus frutos en territorio norteamericano, se consigue que, lejos de disminuir el rendimiento de las propiedades de la tierra, se pueda, durante esos meses, aumentar la salud de una parcela que dejará espacio a su cultivo principal con un extra de alimento para desarrollarse. Pero eso no acaba ahí, porque de esa camelina se está empezando a extraer un aceite vegetal que sirve como materia prima para reconvertirse en biocombustible y poder suponer otra fuente de ingresos para el agricultor. 

 «Estamos hablando de una revolución. La gente todavía no es consciente de ello pero le puede sacar un doble rendimiento a sus tierras con cultivos que no suponen una competencia con la cadena de alimentación».  Señala Ruiz. Y es que, de hecho, todos los restos de la planta que no se hayan aprovechado para realizar este combustible orgánico, pueden servir también de alimento para los animales.  «Aquí en Estados Unidos se permite modificar genéticamente algunas plantas, pero en este caso creo que Europa perdería una gran oportunidad competitiva si no se pone las pilas y permite que se aprovechen estos recursos». 

Existen muchas más plantas con las que se puede lograr este mismo objetivo. La camelina y la carinata están siendo las más utilizadas, pero se puede extraer aceite de muchas más. Y se puede conseguir que todos los agricultores obtengan de su campo ese doble beneficio económico que también repercuta de forma positiva al medio ambiente. Álvaro Ruiz sueña con verlo en Europa algún día. De hecho, trabaja para que pueda llegar a Burgos. A Castilla, para que todos los pueblos olvidados, todos los campos que dejó escritos en la memoria de un papel Machado, tengan otra oportunidad de reinventarse y brillar con la esencia de lo que fueron, pero con el futuro que necesitan.