19 de las 165 bodegas de Castrillo de la Vega son inaccesibles

I.M.L.
-

Los primeros datos del estudio integral de estas construcciones constatan la gran densidad de galerías que horadan este cerro castrillense y la buena conservación de sus elementos estéticos originales

Las fachadas de la mayoría de las bodegas castrillenses conservan su estética original, con puertas y poyos que datan de muchas décadas atrás. - Foto: Luis López Araico

El interés del Ayuntamiento y los vecinos de Castrillo de la Vega por conocer más en profundidad su patrimonio enológico les ha llevado a embarcarse en un estudio integral de su cerro de bodegas, con el convencimiento de que este trabajo sea el detonante para mejorar su estado y la conservación de estas galerías que, a pesar de haber perdido en gran parte su uso primigenio para la elaboración del vino, aún mantienen su uso lúdico como lugar de encuentro y escenario de almuerzos y meriendas. El arquitecto Alfredo Sanz, encargado de estudiar y analizar el estado de estas galerías subterráneas y todo lo que las rodea y ellas conservan en su interior, comenzó en febrero su labor de documentación y visita a las bodegas y ya ha completado el trabajo de campo, con lo que se puede avanzar una idea general del nivel de conservación de este patrimonio.

En números, el censo de bodegas de Castrillo de la Vega asciende a 165 documentadas, de las que Sanz ha podido visitar un total de 146 «unas, la mayoría, porque los propietarios me han facilitado el acceso y otras porque he pasado desde otras galerías». Las 19 restantes están inaccesibles por tener parte de sus galerías derrumbadas o la entrada impracticable. A las bodegas se suman también un total de 35 lagares documentados «a base de hablar con los mayores y mirar planos antiguos, pero la mitad están desaparecidos, el resto tienen vestigios y alguno está casi entero».

Entrando en las particularidades de este barrio de bodegas castrillense, lo primero que destaca Sanz es la estética de las portadas. «Se han conservado las fachadas de piedra y las puertas de madera, ambas originales, incluso los poyos de piedra, que es donde se sentaban los vecinos a la puerta de la bodega, que creo que es uno de los aspectos más positivos, porque en otros lugares se han transformado con merenderos o se han arruinado las fachadas, pero aquí se conservan», remarca el autor de este estudio integral.

La intercomunicación de las galerías conlleva que las zarceras sean muy escasas.La intercomunicación de las galerías conlleva que las zarceras sean muy escasas. - Foto: Luis López Araico

En un plano más estético, Sanz expone que la zona «es muy fotogénica, a nivel paisajístico se ha conservado la esencia» y justifica su afirmación en una iniciativa que no fructificó hace décadas. «Hubo un plan especial en los años 80 que se paralizó y, de haber seguido adelante, se hubieran hecho allí 20 o 30 merenderos que hubiesen cambiado completamente la imagen exterior de ese entorno y, probablemente, hubiera afectado al interior». 

Un interior que es una prueba de que los antiguos castrillenses siguieron la filosofía del aprovechamiento máximo a la hora de crear estos entornos aptos para la elaboración y conservación del vino. «Hay gran densidad de excavación, está todo excavado, en el mapa que realizaré se verá que no hay un hueco libre en el cerro, que no tiene mucha altura y se ha aprovechado al máximo los metros cúbicos de tierra, están las galerías una encima de otra, hay varios niveles de bodegas», pone de relieve Sanz. En sus recorridos por las distintas galerías, este arquitecto ribereño comprobó otra de las características de las bodegas de esta localidad. «No tienen arcos de piedra, no están arqueadas, a diferencia de otros lugares, que se puede deber a que los que las hicieron no consideraron que hiciese falta y no emplearon recursos superfluos, pensaron que el sustrato era lo suficientemente resistente», valora Sanz. Y, en su gran mayoría, el tiempo les ha dado la razón porque han llegado hasta nuestros días más o menos conservadas.

Dos particularidades más, una exterior y otra interna. La primera es que este cerro castrillense no está plagado de zarceras, «hay pocas porque al estar tan juntas, las bodegas respiran por comunicación entre unas galerías y otras» explica; y la segunda es una buena sorpresa que se ha llevado Sanz al visitar las mejor conservadas. «Muchas conservan las cubas, casi tal cual desde que se dejó de hacer vino, hay unas cuantas que son casi museos vivos, cuando en otros lugares es un patrimonio etnográfico que se ha perdido», expone Sanz.

De momento, la realización de este estudio integral ya ha tenido sus primeras consecuencias positivas. «Lo primero que se gana es que muchos propietarios buscan la llave de la bodega e, incluso, algunos se han enterado dónde está la suya, es una primera llamada de atención para que la gente retome el interés, algunos se han animado a limpiar y arreglar su bodega», reconoce Alfredo Sanz, ya que uno de los objetivos de su labor es «poner el foco de atención en el barrio de bodegas». Ahora, resta la labor de análisis de los «gigas de información» recabada para poder entregar a los vecinos esta experta radiografía de sus bodegas.

ARCHIVADO EN: Castrillo de la Vega