«Hasta las 10.30 el teléfono no suena, aquí la gente no es de madrugar», comenta María Cristina Ortega mientras comprueba al salir del Ayuntamiento que no tiene ninguna llamada perdida a pesar de que el reloj ya marca la hora límite. Margari espera la visita de su particular ángel de la guarda ansiosa y a través del cristal de una de las ventanas de que dan a la plazoleta hace guardia. En el momento en el que aparece sus ojos marrones brillan con mayor intensidad y antes de que la pregunte grita a los cuatro vientos que está bien. Se abriga con una chaqueta de punto y sale disparada a la calle para saludar. «No bajes tan rápido las escaleras», la regaña la técnica municipal, «ay, hija, solo quería achucharte un poco», responde con tono meloso. Se despiden y la ruta continúa.
A los pocos metros la empleada se detiene frente a otra casa. Allí nadie la recibe y llama al timbre para comprobar que todo marcha como debería. Apenas pasan décimas de segundo cuando Rosalina sube la persiana y se asoma. «¡Cuánta gente!», expresa sorprendida. «¿Cómo te encuentras hoy?», cuestiona Cristina, «perfectamente. Esperad, que me pinto un poco los labios», suplica la mujer. La presencia de Diario de Burgos implica que la pozana sienta especial ilusión en mostrar su mejor versión mientras responde el ya habitual cuestionario. «Al principio era reacia a que vinieran a saludarme y pensé que no necesitaba el servicio pero mi hijo me animó a solicitarlo y estoy encantada», explica. Con un hasta mañana dan por finalizada la conversación.
La ruta que realiza la empleada de lunes a viernes para comprobar que las personas que viven solas o que pasan parte del día sin acompañantes -independientemente de la edad- se desvía hasta la Plaza Nueva, concretamente hasta la panadería. A Mero se le han pegado las sábanas más de la cuenta pero no por ello ha olvidado encargar a su 'protectora' la barra de pan. Sheila la envuelve en un papel marrón para que llegue en perfecto estado hasta el barrio alto.
Por el camino surgen otras paradas. Luci se ruboriza al abrir la puerta de su casa en bata y comprobar que Cristina no acude sola. Ella es una de las vecinas que el equipo liderado por Domingo Núñez, el alcalde, incluyó en el listado de personas que se encuentran solas. La 'visitilla' de rigor solo se cumple en el caso de que a la octogenaria no la acompañen sus hijos. Por el momento no necesita ayuda para hacer los recados y cuenta con la energía suficiente para dar la vuelta al pueblo «hasta las piscinas», recalca, dos veces, una por la mañana y otra por la tarde. Aún así, se siente afortunada de que Cristina se preocupe por las personas que viven en soledad y confía en contar con ella durante tiempo.
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