«Entierro más sacerdotes de los que ordeno»

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El arzobispo de Burgos no esquiva ninguna tema de actualidad en esta entrevista: la crisis vocacional, las próximas elecciones, el destino de las puertas que el artista Antonio López ha creado para la Catedral...

Mario Iceta, arzobispo de Burgos. - Foto: Luis López Araico

Dos años largos después de su nombramiento como arzobispo de Burgos, el bilbaíno Mario Iceta (Guernica, Vizcaya, 1965) dice estar muy feliz en esta diócesis, donde ha encontrado «mucha gente muy buena y acogedora» y unas comunidades «generosas y participativas». Así que con la misma beatífica sonrisa -en la que, a veces se advierte un divertido punto irónico- con la que desmiente a quienes afirman que su llegada aquí fue una «bajada de categoría»,  aseguran que eso de que es presidenciable para la Conferencia Episcopal es «fruto de los chismorreos». Está en forma Iceta y afirma que algo más descansado que tras los trajines de los meses posteriores a su llegada «a pesar de que sigo sin saber decir que no a nada» . Para ello procura comer sano y hacer ejercicio, sobre todo caminar, lo que hace «de incógnito», es decir, que no va 'vestido de arzobispo': «Me gusta caminar desde aquí (Martínez del Campo, sede del Arzobispado) hasta el Hospital del Rey y volver por Fuentecillas, algo que hago, si no todos los días, uno sí y uno no. También suelo ir como un ciudadano más y entrar en tiendas o a tomar un café. Es la manera que tengo de conocer la vida de las personas y de entender a la gente».

¿Hacia adónde quiere que camine la comunidad católica burgalesa en 2023?

La Asamblea Diocesana ha sido uno de los elementos más importantes del Jubileo y el que nos ha dado las pautas de los caminos por los que queremos transitar. De los 333 puntos que tiene su documento final estamos ya discerniendo qué organismos y personas tienen que llevarlos adelante. Se pedía, por ejemplo, una reestructuración de la curia pastoral y ya están los delegados viendo cómo hacerlo. Se pedía desarrollar las unidades pastorales, por lo que nombré un vicario territorial para que ayude a esta labor. Se pedía un departamento y equipo de nueva evangelización, que ya están creados. Se pedía reorganizar y potenciar las tareas de los cinco colegios diocesanos más el del Círculo, que aunque no lo es, está en nuestra órbita, y se ha creado una fundación, Manjón y Palencia, para potenciar la labor de estos centros escolares. Se ha pedido hacer un Plan Pastoral y nuestra idea es  elaborarlo desde ahora mismo hasta el verano y con la mayor participación.

También se pidió que hubiera más igualdad y que las mujeres tuvieran más cargos de responsabilidad dentro de la diócesis. ¿Qué se ha hecho o se va a hacer en este ámbito?

A una de las participantes que hizo esta aportación en la Asamblea, en concreto una periodista,  le pedimos que hiciera un planteamiento y ya lo hemos trabajado en el Consejo Episcopal para ver en qué ámbitos de la diócesis hay participación de mujeres y ver de qué modo puede incrementarse. Ya hay una mujer que lleva la economía, María de la O Rilova, -es importante que sea una laica y no un sacerdote-, se han nombrado mujeres también para el Consejo de Asuntos Económicos, hay un gran porcentaje en el Consejo Pastoral Diocesano -de los miembros de libre disposición yo nombré la mitad a mujeres-, delegaciones sostenidas por mujeres, el Centro de Orientación Familiar tiene una psicóloga y la nueva configuración de la oficina de protección de menores tendrá al frente a una abogada.

Veo que escuchó las demandas.

Esto yo ya lo había hecho en Bilbao. Creo que necesitamos incorporar laicado en todas las tareas de la diócesis y dentro de él , las mujeres tienen un papel muy importante. Hemos dado pasos y seguiremos haciéndolo.
Una teresiana contó el año pasado en este periódico que lo que las católicas quieren que cambie, entre otras cosas, es que sea siempre un cura el que tenga la última palabra. ¿Cree que esto puede conseguirse?
Necesitamos un cambio de mentalidad a todos los niveles y seguramente es el aspecto más difícil. La organización se puede cambiar para mejor o para peor, pero la pregunta es si vamos a ser capaces de cambiar de mentalidad, de saber cómo afrontar los desafíos del siglo XXI. Sé que esta diócesis tiene un déficit de participación del laicado en las tareas pastorales en general, seguramente fruto de que ha habido mucho clero, y como las cosas siempre las han hecho los sacerdotes no se ha visto un espacio para el laicado y para las mujeres. Por eso, el reto es cambiar esta mentalidad.

El año pasado se marcharon de Burgos las congregaciones de las Esclavas y las de María Inmaculada y antes ya lo habían hecho los claretianos, los franciscanos, los dominicos... y la media de edad de los religiosos que quedan es muy alta. ¿Qué nos dice esto?

Hace tiempo que está ocurriendo esto. La experiencia que tengo de Bilbao es que todos los años se marchaban dos o tres órdenes. Aquí la última noticia que he tenido ha sido que dos monasterios cistercienses de la ciudad -las Bernardas y las Calatravas- se han fusionado. Algunas comunidades están fuertes y tienen relevo pero otras están muy disminuidas y con mucha edad. Lamentablemente creo que no hemos tocado fondo. Hay una crisis vocacional grande y muchas congregaciones lo están notando de forma particular.

¿Y esto tiene arreglo?

Estamos en las manos de Dios... pero sé que no hemos tocado fondo, lamentablemente. Pienso que también que hay muchas congregaciones que podrían tener una relación mayor, porque a veces comunidades pequeñas tienen tareas muy similares y quizás haya llegado el momento, como dice la Escritura, de ser levadura en la masa, el grano de mostaza que luego se hace grande... Estamos en un momento de una minoría, del resto de Israel, pero su testimonio es importante. Cuando estoy con estas congregaciones veo fidelidad, alegría y amor y siendo conscientes que cuando eran jóvenes había docenas y ahora son muy pocas.

¿Qué le transmiten?

Confianza en Dios y fidelidad a su entrega de vida. Llama la atención que son personas vitales, alegres, confiadas y que viven con una gran austeridad y que entre ellas tienen una gran fraternidad. Es signo de los tiempos no los grandes números sino lo pequeño y lo que fermenta la masa con un poco de levadura.

¿El hecho de que se hayan instalado en Burgos algunas religiosas de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará ha supuesto alguna recuperación?

Nosotros veíamos que ya se jubilaban los sacristanes de la Catedral y que en otros templos hay comunidades religiosas que los atienden y hacen una labor más grande. Así que quisimos seguir este modelo que va más allá del cuidado de la sacristía: lo que hacen es acogida, evangelización, promoción cultural, trabajan con mujeres en problemas y con la infancia. Pensamos que si en vez de contratar a otros sacristanes contábamos con ellas le daría un nuevo rostro y una nueva forma de hacer en la Catedral.

En principio eran tres. ¿Hay alguna más ahora?

De momento siguen las tres, no sé cuál será el número definitivo.

¿Son sacristanas, pues?

(La entrevista completa, en la edición impresa o aquí)