El Corpus arandino en el siglo XVI

Máximo López Vilaboa
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Una de las épocas con mayor esplendor de la celebración de este misterio católico fue mediados de esta centuria, en la que se pagaba al pueblo para que colaborase en la fiesta

Hoy se celebra la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, más conocida con su nombre latino del Corpus Christi. Esta fiesta tiene un notorio arraigo en Aranda por su tradición de siglos. Cuando adquiere una especial relevancia es a partir del siglo XVI, época de la que tenemos numerosos testimonios. Con motivo del pleito que dio lugar al plano de Aranda de 1503 se menciona en casi muchas pruebas testificales que el Corpus Christi no pasaba por determinadas calles por ser estrechas e insalubres. Pese a la primera impresión, no se refiere a la procesión del Corpus Christi sino al traslado de la comunión hasta la vivienda de enfermos y moribundos. De mediados de esta centuria tenemos constancia de la celebración de una solemne procesión. A continuación se solían celebrar autos sacramentales y otras representaciones que trataban de ilustrar al pueblo sobre la verdad teológica de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Según nos cuenta el Obispo Velasco «se celebraba en Aranda también con inusitado esplendor la fiesta del Corpus Christi. En el año 1553 con el fin de promover el regocijo público, mandaba pregonar el Ayuntamiento que se daría un ducado a cuantas personas en ese día saliesen con danzas e invenciones y dos al que mejor invención hiciese. Al año siguiente se tomó aún el negocio con más calor. Se ordenó que cada año a servicio de Dios Nuestro Señor tuviese la danza una cuadrilla, y que la Villa les ayudaría a la costa, y que como fuese la danza, así se pagaría; y habiéndose ofrecido el Bachiller Quemada a hacer y dirigir un auto sacramental, se mandó que el Mayordomo del Regimiento les hiciese el tablado donde aquél quisiere, y además se diesen mil maravedís para los actores. Debieron de resultar muy agradables las danzas, porque se dieron dos ducados a cada una y tres a la que hizo la invención del humilladero. En años sucesivos se encargaron de los autos Juan Delgado y el Bachiller de la gramática, que, como no acababa de fundarse el Colegio de la Vera-Cruz, lo siguió siendo por muchos años Buenatierra, desempeñando su oficio en Santa. Lucía. Desde 1566, en que hizo los autos Diego de Sandoval, ya no se contentaban con tenerlos el mismo día del Corpus, sino que los repetían también durante la octava».

En 1555 se hizo para el Corpus un pabellón de tornasol, que costó 9.700 maravedíes. Igualmente se propició desde el Consistorio de Aranda la celebración de representaciones teatrales que dieran más esplendor. En 1588 el licenciado Valdespino, que era el corregidor de la villa, hizo público el siguiente bando de cara a la celebración del Corpus Christi:

«Aunque por otros sus autos y pregones los años pasados había apercibido y encargado a los vecinos de esta villa que hagan algunas danzas, juegos e invenciones para el día tan solemne como es la fiesta del Santísimo Sacramento del Corpus Christi. Por tanto, para que no haya descuido y niligencia, y ninguno no pueda pretender ignorancia y que, fiestas hechas en solemnidad de tan día vayan en aumento y no en disminución. Mandaba y mando que se pregone públicamente todos los dichos oficiales se junten por sus miembros y hagan danzas e invenciones, como otras veces se les ha mandado. Con pena, cada uno, de doce reales que ayude al miembro que no tuviere tanta posibilidad por falta de oficiales, y lo que sobrare, si algo hubiere, sea para las fiestas del año siguiente y las que más se hiciere el dicho día, a seis días de cárcel».

Pese a este impulso oficial no debemos dejar de señalar que estas representaciones teatrales con motivo del Corpus fueron vistas con preocupación por parte de las autoridades eclesiásticas. Así, en 1586 las Constituciones sinodales del Obispado de Osma, diócesis a la que pertenecía entonces la villa de Aranda, establece una serie de cautelas: «Para las representaciones, que en semejantes fiestas y procesiones se suelen hacer, sean conformes a las dichas fiestas e intención de la Iglesia Católica. Mandamos que ninguna se pueda hacer en público sin que primero sea examinada por nos o nuestro provisor, para que no sean en ofensa de la religión cristiana ni puedan introducir alguna mala costumbre y deshonesta, o sean ocasión de algún pecado en los días solemnes y de fiesta que Dios ha de ser más servido. Y después de ser examinadas y aprobadas las dichas representaciones (que lo han de ser cuando movieren a la piedad y religión, y apartaren de malas costumbres) mandamos, que en ninguna manera se representen dentro de la iglesia, mientras los divinos oficios se celebraren, o mientras la procesión anduviere en la iglesia, ni en otro lugar fuera de la iglesia donde pueden perturbar el canto y oficio eclesiástico, que se dice en la procesión. Y entendemos que se han de examinar todas las representaciones, autos, entremeses y danzas, porque también en éstas no haya algunos movimientos deshonestos y examinar sean por nos, o nuestro provisor, o las personas a quien le cometiéremos especialmente, y no de otra manera. Por la misma reverencia de este día de Corpus Christi ninguna persona desde que saliese el Sacramento fuera de la iglesia hasta que vuelva, pueda andar a caballo por las calles, so pena que los clérigos serán por nos castigados, y exhortamos a la justicia seglar hagan cumplir este mandamiento por la reverencia de tan alto misterio».

Junto a estas líneas reproducimos una imagen que lógicamente no data de esta época pero sí de una procesión del Corpus tomada hacia 1975. En primer plano unas niñas de primera comunión acompañadas de un joven sacerdote que no es otro que el recordado Andrés Vicario. Al fondo, ese gran testimonio de Arte e Historia que es la fachada de Santa María y que se finalizó en los primeros años del siglo XVI. También reproducimos una fotografía de los años 50 en la que se puede ver uno de los Monumentos que se colocaba en las calles para la procesión del Corpus. Éste se ha colocado frente al escaparate de un comercio, se puede ver el altar donde se va a exponer el Santísimo y el cojín sobre el que se va a arrodillar el sacerdote.