Carmelo Ortega, dos décadas en el vestuario del Burgos CF

Ana Isabel Angulo / Burgos
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La pasada campaña sufrió en exceso y decidió 'soltar amarras' • Deja las labores de encargado del material y se ciñe ahora al trabajo de delegado de campo

El vestuario del Burgos no tiene secretos para Carmelo Ortega - Foto: Patricia

Cuatro presidentes, 16 entrenadores y más de 300 jugadores han pasado por El Plantío en las casi dos décadas en las que Carmelo Ortega ha ejercido como encargado del material   y delegado del Burgos CF. Conoce los lugares más recónditos del estadio y ha vivido mil y una experiencias, algunas surrealistas y otras mágicas. Los adversos avatares de la pasada campaña colmaron su paciencia y renunció al cargo. Por afición y, sobre todo por la petición de Ramón Calderé y de David González, optó por seguir siendo delegado de campo. Carmelo es la perfecta y más completa hemeroteca de la historia de la segunda etapa del Burgos CF.

Nació en Melgar de Fernamental y con solo 14 años se vino a la capital, trabajando de botones en el restaurante Auto Estaciones. En la calle Miranda inició un periplo en el mundo de la restauración que le duró tres décadas, pasando por el Hotel Almirante Bonifaz, Hotel Colón (Laredo), Restaurante Victtorio (San Sebastián), Bar Gaona, Barcelona, Bingo de la Hermandad de Peñas, La Tesorera, fábrica Heimbach Ibérica, Concejo de Briviesca, Bar Goya de Belorado y un largo etcétera.

Sus habilidades culinarias son muchas y han sido degustadas, posteriormente, por muchos futbolistas y entrenadores. Una invalidez (1994) le alejó de los fogones y le acercó al fútbol. «Iba al bar de Teodoro Tejedor y me pidió que hiciera de delegado en el Atlético Burgalés, que llevaban Fernando Gómez y Carlos Tornadijo. Yo le comenté que no sabía nada de nada, pero insistió y me fui con el San Esteban -era filial- a Aguilar. Estuve poco tiempo y un día se me acercó José María Quintano en Pallafría. Me habló de su proyecto de recuperar el Burgos CF y su deseo de contar conmigo. Le dije lo mismo, aunque me convenció y aquí sigo», recuerda.

Una sonrisa aflora en el rostro amable de Carmelo cuando se le pregunta de qué conocía al entonces presidente Quintano. «En 1978, con Arsenio Iglesias como entrenador, yo vendía unos boletos a beneficio del club. Eran un tanto ilegales, estaban en los bares y todos ganábamos. Fue una idea que ‘vendí’ a Quintano y aceptó. ¿Qué pasó con aquellas cartulinas? Intentaron oficializarlas en Madrid Juan José Rosón y Jaime Ostos, entre otros, y desaparecieron». Aquellos ‘negocios’ ataron a Carmelo al fútbol. Primero compartió labores con Maxi Pérez Niño y después ejerció en solitario.

Desde aquel entonces ha tratado con cuatro presidentes distintos: José María Quintano, «con el que tenía más confianza»; ValentínGermán, «con el que tuve buen trato»; Domingo Novoa, «el primer año con Carlos Lorenzana, a mimo, pero el segundo, con el padre, horroroso. Fue el peor presidente»; y con Juan Carlos Barriocanal, «una relación cordial».

Si la sintonía con los dirigentes ha sido dispar, con los entrenadores es diferente. «Me ha llevado bien con todos, pero fui muy amigo de Blas Ziarreta», confiesa. Ahora, cuando la vinculación es menor, rinde elogios a Ramón Calderé. «Es un buen sicólogo. Llega sonriente y cuando está en el entrenamiento, si algo no le gusta, es duro con los jugadores. Sabe cómo debe tratarles. El vestuario es una piña y eso lo hace el técnico. Creo que va a ser un año más placentero que el pasado. Se ve fútbol y la afición sale contenta. Creo que se puede subir», pronostica.

Carmelo ha vivido en propia persona el descenso administrativo (2002-03) por no lograr la conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Por eso tiene ideas enfrentadas. «Segunda División es la categoría que le corresponde al Burgos. ¿La SAD? Esa es la pregunta del millón. De todas formas, yo me pregunto, ¿el Mirandés será capaz de convertirse en SAD y de acondicionar Anduva como exige la Federación Española? Por desgracia, pienso que Miranda es más capaz que Burgos», contrasta.

A Carmelo Ortega le gustaría volver a ver al Burgos CF en la Segunda División y confía en que esta campaña se marque la pauta y se corrijan los errores de la pasada. «Lo pasé tan mal que hubo días en los que me temblaban las piernas en el banquillo. Siempre había dicho que los peores momentos habían sido con el descenso de Segunda a Segunda B -verano de 2002-, pero me retracto. Los peores fueron la pasada campaña. Pensé que iba a caer enfermo. Ahora se están haciendo las cosas mejor. Calderé es un buen sicólogo y David González es lo que necesita un equipo de fútbol», pronostica con ilusión.

Atrás queda la ropa sucia y llena de barro, la colocación de los tacos mixtos en las botas de los futbolistas, la limpieza del vestuario, la ausencia de primas -«solo me las dieron Carlos Lorenzana y Javier Álvarez de los Mozos de su salario»-, la decepción de los jugadores por la derrota que se plasmaba en portazos y algunas puertas rotas, y muchos sinsabores. Carmelo Ortega ahora vivirá el Burgos desde la posición privilegiada del banquillo, pero más alejado de las posibles decepciones. Sigue por afición -no cobra- y porque el Burgos CF «es mi pasión».