«Al despertar supe que cinco chicas me salvaron»

FERNÁN LABAJO
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Andrés Muñoz, camarero de La Parrilla del Royal entró en parada en medio de Las Llanas y varias sanitarias que pasaban por allí le reanimaron. Días después se reencuentran donde ocurrió todo

Andrés Muñoz junto a las cinco sanitarias que consiguieron estabilizarle el pasado sábado. - Foto: Patricia González

Andrés Muñoz ha vuelto a nacer varias veces desde hace tres años. La última, el pasado sábado. Terminaba su turno en una ajetreada jornada de La Parrilla del Royal, en Las Llanas, cuando comenzó a sentirse mal. Él sabía lo que tenía que hacer: tomar aire, buscar un lugar apartado y sentarse. Pero se quedó a medio camino. Salió a la calle, se desorientó y cayó desplomado en el suelo. La suerte estaba de su lado. Una enfermera y cuatro médicas que se encontraban cerca le reanimaron cuando ya estaba en parada cardiaca. Recuperó la consciencia antes de meterse en la ambulancia que le trasladó al HUBU. Con un leve gesto con el dedo, les hizo saber que estaba bien. Días después tuvo la oportunidad de darles las gracias en persona.

Porque de todo esto, Andrés solo recuerda el momento en el que salió del restaurante en el que trabaja. "Cuando me desperté al día siguiente, me dijeron que cinco chicas me habían salvado la vida. No sé qué pasó, pero parece que lo mismo que otras veces", explica con cierta resignación. No le ocurría, matiza, desde febrero. "Hace como tres años que comenzaron estos desmayos. Me han hecho muchas pruebas pero no dan con el origen. No hay un patrón común. Todas son diferentes", comenta.

La del pasado sábado pudo ser la última. Porque cuando Elena Cámara, enfermera de la UCI del HUBU, se acercó para atenderle, se encontraba en parada cardiaca. Se encontraba haciendo el boca a boca cuando apareció María Gero, médica intensivista. Entre las dos, consiguieron reanimarle. Los astros se juntaron para que estuvieran escoltadas por Charo Hernando, psiquiatra, Cristina Pérez, internista, y Montesclaros Hortigüela, pediatra. De manera improvisada, cada una de ellas colaboró como buenamente pudo conformando un engranaje sanitario con el objetivo de mantener con vida a Andrés hasta que llegara la ambulancia.

Tres patrullas de la Policía Local también quisieron prestar su ayuda con el desfibrilador, pero por suerte no fue necesario. "Les pedimos que abriesen hueco para que la gente no pasase por allí. Fueron muy atentos y nos ayudaron mucho", relata Pérez. Mientras, Hortigüela mantenía al teléfono a la sala de emergencias para saber qué medios necesitaban. "En un principio iban a mandar un soporte vital básico, pero dado su estado advertimos que era urgente una UVI móvil. Los ocho minutos que tardó fueron eternos", recuerda Gero.

En sus cabezas, el tiempo pasaba lentamente y, sin embargo, todo ocurrió en un suspiro. Un episodio fugaz que Andrés conoció una semana después. "Tengo aún las heridas de ese día. Algún hematoma y marcas de los botones de la camisa por la reanimación", dice con media sonrisa antes de mirar al cielo y suspirar. "He aprendido a vivir con ello. El médico dice que estoy como un roble. Yo le digo que soy un árbol talado que se cae al suelo", bromea.

Sus salvadoras, sus ángeles de la guarda, le piden que se cuide. Que aún le queda mucho por vivir. "En algún momento sabrán lo que me pasa. La ciencia tiene sus plazos", augura. De momento, se conforma con volver a nacer una y otra vez.

ARCHIVADO EN: Las Llanas, Burgos, HUBU