Canciones que vuelan solas

ALMUDENA SANZ
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Los recientes lanzamientos de 'I should be', de Cardelina, y 'Ven conmigo', de Roberto Domínguez, llevan a preguntarse sobre los nuevos modos de consumo que apuestan por la inmediatez y dejan en un segundo plano al álbum completo

Roberto Domínguez y Cardelina, cantautores.

La tiranía de la inmediatez hace que se mire con recelo una novela de 500 páginas, que se haga cuesta arriba la lectura de un artículo más allá del titular y que escuchar un disco de principio a fin se antoje un maratón. La manera de consumir música no se zafa de la velocidad a la que se mueve el mundo. De esa modernidad líquida a la que se refiere el filósofo Zygmunt Bauman tira la cantautora Cardelina para definir el momento actual de la música. Se impone el lanzamiento de canciones, vayan o no a formar parte de un disco. I should be, de la citada artista, y Ven conmigo, de Roberto Domínguez, son dos ejemplos recientes a nivel local. En el nacional se multiplican. La mayoría de los proyectos, con alguna excepción, y de todos los estilos graban canciones que vuelan solas. 

Para Miguel Ángel Tudanca, Pinky, gurú del sector, que empezó a llevar la sección internacional de Sony en los 90 y que ahora es responsable, entre otras iniciativas, del circuito Girando Por Salas (GPS), se está produciendo una vuelta a los orígenes. «Cuando empezó la industria musical en los años 60, en Inglaterra, se sacaba un single y hasta que no había un mínimo de tres no se publicaba el álbum, que podía ser un año después. Eso en España no se implementó porque no había mercado de singles. Allí un single podía vender 100.000 copias, aquí uno que funcionara muy bien podía llegar a las 5.000, pero lo normal era en torno a 1.000», recuerda y alarga esta situación hasta los años 2008-2010. 

«Cambió todo, por las plataformas digitales. Se consume la canción, yo quiero escuchar la que me gusta, me da igual que tenga un álbum e incluso a veces me da igual el nombre del grupo», ilustra.

Conviene con él Ana Medina, responsable de prensa de grupos como Merino o Chica Sobresalto y de festivales como Sonorama. Desde su atalaya ve este modo de consumo como un aliado. «Hay playlist en las plataformas digitales en las que solo entran novedades. Si tú publicas un disco de repente solo tienes un impacto, vas a llegar los primeros días o semanas, pero si cuelgas canciones a lo largo de un año, tienes un montón más de posibilidades de llegar a gente. Si disparas muchas balas, es más fácil que alguna dé. Cuando se vendían más discos físicos, no había forma de contar las reproducciones de las canciones y ahora se factura por cada una de ellas», desarrolla y pone como ejemplo lo ocurrido con Shakira, aunque sea jugar en otra división. 

La experta en redes advierte como contrapartida la presión a la que se someten los artistas para mantener esa presencia, que a algunos lleva a parar. «Al final tienes que estar todo el rato haciendo canciones, que estresa a los creadores, porque sientes que tienen un tiempo determinado, que todo caduca muy pronto, y que tienes que sacar cosas para que la gente no se olvide de ti, estar en las Playlist, que no caigan las reproducciones ni los oyentes mensuales... Es un estrés continuo, para los artistas y para quienes trabajamos con ellos. Al final, puede pasar factura», aventura. 

Admite Pinky esa obligación de estar más activo, de mover las redes, rodar un videoclip, hacer una versión especial en acústico o una colaboración con otros artistas. «Alimentar todo esto exige más actividad al grupo, un curro que no te puede hacer nadie», resalta y, a diferencia de Medina, defiende esta exigencia como un acicate para que cada tema sea mejor que el anterior. «La calidad no debería bajar», enfatiza y asiente cuando se le advierte que esa carrera por superarse convierte al momento actual en una edad de oro de la música. 

«Absolutamente, hay más producciones, más lanzamientos y más artistas de calidad que nunca. Esto es beneficioso para todos, primero para el público, que tiene más calidad y variedad de estilos», traza y apunta la oportunidad para los proyectos emergentes y para estilos como el urbano, con poco espacio en los circuitos convencionales. «Se ha democratizado. Me parece genial que quien tenga talento, aunque sea solo con una canción, pueda salir», subraya y vuelve a accionar la moviola para señalar que antes de esta revolución la industria enfocaba al pop y dejaba en penumbra al resto de estilos. «Ahora están al mismo nivel. Esto era impensable». 

Como también lo era que un disco no fuera la meta de cualquier proyecto musical. Y, efectivamente, ha pasado a un plano secundario. Tanto Tudanca como Medina consideran que con todo se seguirán grabando álbumes. Para el primero se trata de una herramienta indispensable a modo de carta de presentación para, por ejemplo, entrar como cabeza de cartel en los festivales. Mientras que la segunda se pone romántica y se felicita porque haya artistas y público que aún se abandonan al placer de escuchar uno de principio a fin. 

Roberto Domínguez | Cantautor

«Mi meta es sacar un disco, pero así te quitas el gusanillo y das salida a tus inquietudes»

El nombre de Roberto Domínguez corre por la escena burgalesa desde hace tiempo. Cuenta ya un porrón de años haciendo música e iniciativas como el micro abierto, que tanto han agitado las noches últimamente, nacieron con él entre bambalinas. No se dedica al sector de manera profesional y lo deja claro. Lo suyo es pura afición... y pasión. Se traduce en un camino de más de veinte años, su participación en proyectos colectivos y en solitario, un álbum de larga duración o varias canciones publicadas. La última se llama Ven conmigo, la ha grabado con Paula Villa, otro de los nombres que apuntalan el panorama local, y ya está en las principales plataformas digitales. 

Poeta, con dos poemarios editados (Se ha decretado el Invierno y Episodios pasionales), las letras son lo suyo. Este tema relata un encuentro fortuito entre dos personas, un choque que provoca una química especial y abre la puerta al destino y a sus caprichos. La orquestación sinfónica de la grabación, la mezcla y masterización es cosa de Rodrigo Vázquez y las voces y coros se grabaron en el estudio de Daniel Guantes. Todo muy made in Burgos. 

¿Por qué lanza solo una canción? ¿Vale la pena tanto esfuerzo? ¿Lo hace con la idea de sacar un disco después? ¿Puro placer? Para el cantautor esa cualidad de aficionado marca su carrera musical, a la que incluso pone comillas. «Al final, yo voy haciendo las cosas como puedo». Tendría temas suficientes para un álbum, pero el tictac del reloj y el bolsillo determinan sus derroteros y estas nuevas formas de acercarse a la música le vienen pintiparadas. «Hacer una canción es mucho más asequible. Mi idea es ir sacando canciones cuando tenga tiempo y dinero y cuando tenga mucho tiempo y mucho dinero, un disco», resume Domínguez y admite que en su caso la meta sí es el álbum, pese a que no puede asegurar que alcance ese final. «De momento, así te quitas el gusanillo y das salidas a las inquietudes que tienes», resalta sabedor de que el público necesita una prueba de que sigues en la música. Los comentarios positivos a su nueva creación le dan alas. 

Valora el campo abierto por las nuevas tecnologías, aunque no se le escapa que su manejo requiere una formación -confiesa que las redes sociales no son su fuerte- y que el poder de las grandes compañías se deja ver con un mejor posicionamiento de sus productos. 

Domínguez considera que ese afán por sacar canciones resiente el resultado final. Aventura que quizás se trate de la edad. «Los discos ahora son más deslavazados, echo de menos escucharlos como un conjunto, quizás los chicos jóvenes, no», sopesa y aprecia casi como una rareza la visión total que tienen algunos, como el último de La M.O.D.A. «La música como la vida está en constante evolución. A saber de qué estamos hablando dentro de 20 años», remacha sin dejar de insistir en que lo suyo con la música es pura afición... y pasión.  

Cardelina | Cantautora

«Bauman se refiere a una sociedad líquida y la música también vive en ese estado»

En el año 2014, Rosana Abad, Cardelina, llenó las maletas de sueños, ilusiones y grandes expectativas y se plantó en Irlanda. No tardó mucho en darse cuenta de que la realidad vista desde las nubes dista mucho de la que se vive a ras del suelo. «Todo es muy complicado, cuesta encontrar oportunidades y es muy frustrante. Cuando tienes un alto nivel de exigencia, sufres mucho». La manera que halló de encauzar ese torbellino emocional fue plasmarlo en una canción. Escribió I should be. Se quedó en el cajón. Apenas la tocó en alguna ocasión con Little Known, el dúo que formó con Joaquín García (contrabajo). Ahora, un puñado de años después, la ha desempolvado y lanzado en plataformas en una versión con arreglos del propio García. 

«De nuevo se repite esa sensación personal. Te das cuenta de que trabajas, tocas, siempre haciendo canciones, con mucho esfuerzo y mucho tiempo, que te privas de invertir en otras cosas. Y sigue siendo complicado. Es un mundo donde si estás tú solo lo único que haces es comerte mucho la cabeza y, al final, no te queda otra que asumir que haces lo que puedes, y que está bien», resume una Cardelina resignada y a la vez indómita, que se aferra a la música contra todo. 

Con ella camina en su día a día, como profesora de niños y como musicoterapeuta en residencias de mayores. «Unos y otros me enriquecen mucho, pero eso que hace que pierdas la noción del tiempo, ocurre cuando escribo canciones y cuando toco. Y me encantaría estar así siempre, aunque me siento afortunada porque mi trabajo también me gusta», enfatiza con un pie en el estudio. En marzo grabará su próximo disco, el primero con canciones en castellano, con influencia de sus raíces, del folk de la tierra. 

¿Y de qué modo beneficia a la persecución de sus metas la manera actual de consumir música? «Todo está cambiando, y muy rápido. De alguna manera, necesitamos tener cierta presencia en redes, que se vea que publicas y trabajas, porque un disco sale y parece que enseguida se consume. Bauman hablaba de la sociedad líquida, y la música también vive en este estado, permanece unos días, una semana, según cuánto lo muevas. Más que informar, la función de las redes es entretener y a tu público le tienes que dar material, canciones, para que cunda más tu trabajo». 

Reconoce que a ella, personalmente, esta fórmula de lanzar canciones para aguantar la presencia le sirve para hacer músculo y como un aprendizaje continuo. Rechaza hablar de obligaciones ni de espadas de Damocles. «Yo lo hago porque lo necesito, me gusta y me sale. Escribo canciones porque me encanta y es una manera de compartirlas en lugar de esperar a tener un disco e incluso sin necesidad de que pertenezcan a un grupo», desvela sin dejar de matizar que es de la vieja escuela y a ella que le den un álbum para devorar del primer al último tema. «Ponerlo y ver qué me cuenta. Un disco es una historia que te dice algo del grupo, del artista...», concluye con las botas puestas.