Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Sorolla

20/09/2023

En los días finales de marzo de 1910 el viaje de Sorolla mirando a España le trajo a un Burgos donde la nieve le ofreció la posibilidad de seguir buscando un orden de las cosas y de la vida en la serenidad del blanco, desde la luz del blanco que ilumina las pinturas de alguno de nuestros monumentos y paisajes urbanos para mostrar la existencia de dos caminos. Uno que enseña que la verdad de la pintura está en la luz y que la belleza conduce a la vida; otro que enseña que la verdad de la pintura está en el aire y que el frío y la pobreza llevan hacia la muerte. Alguno de los cuadros pintados aquí durante aquella estancia forman parte de la colección que se muestra en la que hoy es Casa Museo, comenzada a construirse como vivienda y taller del artista y de su familia ese mismo año de 1910, en la actual calle General Martínez Campos (antes del Obelisco) en Madrid.

Martínez Campos es una de esas calles, de esos pasillos con especial destino cultural que en todas las ciudades existe alguno (en nuestro caso sería el Espolón) pero que, en Madrid, por muchas razones que lo diferencian, se multiplican. En los apenas mil metros de longitud que tiene esa calle está el Teatro Amaya; está el British Council que es por otra parte uno de los escenarios en Berta Isla (Javier Marías) porque esa zona es también infancia del escritor; está la Fundación Francisco Giner de los Ríos, continuadora del legado histórico de la Institución Libre de enseñanza; está la Casa-Museo Sorolla, una de esas construcciones que responde bien a la propuesta renacentista de que toda arquitectura debe descansar en los principios de belleza, firmeza y utilidad, con obra y objetos fundamentalmente del artista.

Siento que es una suerte poder acudir con cierta frecuencia a ese Museo que contiene obra y objetos fundamentalmente del artista y en el que finalizaba estos días la exposición que, durante algunos meses, ha permanecido En el mar de Sorolla. Y cada vez que espero delante de la casa junto a un grupo de visitantes me imagino viajero en una costa tranquila a la que llegué buscando salir de las miserias de cada día, buscando entrar en el mar (de Sorolla) y aprovechar para volver a ver los cuadros que pintara durante su estancia en Burgos y que allí perviven, mostrando que la verdad está en la luz y que la verdad está en el aire.