Despertar artístico a los 92

B.A. / Canicosa de la Sierra
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Benito Hernando Elvira es natural de Quintanar, pero reside en Canicosa. Allí ha descubierto una nueva ilusión, la pintura. Algunos de sus dibujos forman parte de una muestra

Benito Hernando enseña algunos de los coloridos trabajos que expone estos días en las escuelas de Canicosa. - Foto: f2estudio

La pintura ha llegado a la vida de Benito Hernando Elvira pasados los 90. «Nunca antes lo había hecho, hasta que llegué a la residencia. Como mucho, había pintado alguna habitación de casa», bromea el hombre, natural de Quintanar de la Sierra y que desde hace año y medio habita en la Residencia Sierra de la Demanda, de la vecina Canicosa. Y como nunca es tarde, si la dicha es buena, Benito, a sus 92 años, también se ha estrenado como participante en una exposición. Las escuelas de la localidad pinariega han acogido hasta este domingo una muestra de arte en la que se han exhibido parte de sus trabajos. 

Orgulloso, asegura que «no están tan mal para ser los primeros» y tiene claro cuáles son sus favoritos: la réplica de las fachadas de los ayuntamientos de Canicosa, Quintanar y Palacios, «lo típico de aquí», dice. Y no es de extrañar. Durante toda su vida se dedicó a la construcción, «y también pasé 20 años en Suiza», puntualiza. Para poder hacer estos cuadros sobre los edificios, Benito pide que le hagan una fotografía de ellos para fijarse. «Después, con una regla, porque a mano alzada sería imposible, voy haciendo las rayas, que son la sillería». Y a continuación, mucho color. «El Ayuntamiento de Palacios es el que más me gusta cómo ha quedado, pero la puerta del de Canicosa la tenía que haber pintado marrón, no verde», comentaba mientras mostraba sus piezas, entre las que también se encuentra la fachada de la Universidad Isabel I, de la capital y varios dibujos que ha coloreado. 

En su interés por seguir dibujando edificios emblemáticos de este rincón de la Sierra burgalesa cuenta que en su próximo trabajo se centrará en «la casa de Revenga», donde está el albergue y el bar-restaurante. «La Casa de la Madera no, a mí me gustan las de piedra, que es lo que he hecho toda la vida», afirma, reconociendo también la ilusión que le hace ver entre otras interesantes obras su aportación. «¿Cómo no me va a hacer? Pero me tenéis que traer más papeles para seguir pintando», dice el hombre, que mantiene que está dispuesto a continuar colaborando con esta muestra colectiva en próximas ediciones. «A la fuerza, hay que hacer algo. Hay que estar distraído». 

Su primer contacto con las pinturas y los lápices fue a través de la terapeuta ocupacional del centro. «Me daba dibujos y yo los coloreaba. A la directora le gustaba como lo hacía y a mí también me gustaba pintar, así que iba pidiendo más para hacer», relata Benito en relación a sus inicios. Agradecido, reparte sus obras entre los que quiere. «Creo que cada trabajador del centro tiene uno. ¿Para qué quiero yo tantos? Hay que regalarlos. Yo trabajo para la gente», cuenta el hombre, que recuerda que un caballo que hay en la exposición fue un regalo de la directora por su cumpleaños para que lo pintara. 

Benito pasea por Canicosa, observa a su Quintanar en el horizonte desde la residencia, baja al bar a tomar un café, y a ratos, se dedica a su recién descubierta pasión. «Cuando me apetece, me meto un rato y pinto», añade con la ilusión de quien disfruta con algo nuevo en su vida. Aunque esa vida ya haya sido testigo de 92 años.