Comienza un arduo camino

M.R.Y (SPC)
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La sorpresiva victoria del ultraderechista Wilders abre una complicada negociación para la formación de un Gobierno de coalición

Comienza un arduo camino - Foto: EFE/EPA/LAURENS VAN PUTTEN

Saltó la sorpresa en los Países Bajos. Ni los liberales del dimisionario Mark Rutte -que estuvo 13 años consecutivos al frente del Gobierno-, ni los conservadores, ni la coalición de izquierdas. Ni siquiera el recién creado centroderechista Nuevo Contrato Social (NSC), favorito al triunfo en todos los sondeos. Quien se llevó el gato al agua fue, precisamente, un viejo conocido, el ultraderechista Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders, quien dio un vuelco a las encuestas y, por primera vez, se convirtió en el preferido de los neerlandeses.

Fue apenas unos días después de que el ultraliberal Javier Milei se impusiera en las presidenciales de Argentina, lo que deja patente que el descontento con la clase política y el auge del populismo se extiende a ambos lados del Atlántico y que los líderes más controvertidos parecen estar ganando adeptos.

La sorpresiva dimisión de Rutte, que tumbó el Gobierno el pasado julio después de que sus socios de coalición se negaran a restringir el derecho a la reagrupación familiar de los refugiados de guerra, abrió la puerta al cambio después de más de una década. Su partido, el VVD, iba a pagar las consecuencias de la inestabilidad generada y la izquierda, liderada por el exvicepresidente de la UE Frans Timmermans, podía tener una leve oportunidad de recuperar el poder, siempre y cuando el recién creado NSC -se fundó el pasado agosto- le diese una oportunidad. Pocos, por no decir casi nadie, contaban con Wilders, en primera línea política desde 2006 y conocido por sus discursos anti -antiinmigración, antieuropeo y antimusulmán- que dio tal vuelco a los sondeos que él mismo se mostró impactado con su victoria la misma noche electoral.

Sin tiempo que perder, el extremista ya ha empezado a tantear el terreno para negociar un Gobierno. Y, para acercar posturas con posibles socios liberales o conservadores, ha rebajado el tono notablemente, hasta el punto de que, si en el pasado era un férreo defensor de expulsar a los extranjeros del país, hace unos días señaló que no tiene «ninguna intención de deportar a nadie». «Estoy ahí para todos los neerlandeses. No vamos a deportar a nadie ni nada de eso. Estamos aquí para todos: cristianos, musulmanes, no creyentes... No hay razón para dudarlo», sostuvo. Eso sí, volvió a pedir el «cese total» de la llegada de refugiados. Una cosa es suavizar el discurso y otra es romper con todos sus ideales.

Y es que Wilder, calificado como el Trump neerlandés, ha hecho gala de unas ideas radicales y en su último programa electoral pedía un referéndum para salir de la UE (el llamado Nexit), la aplicación de una política estricta contra la inmigración y el asilo, el cierre de las mezquitas y la prohibición del Corán. 

Suavizar el mensaje

El dirigente, que creó el PVV como una escisión del liberal VVD por su política moderada, llegó a ser condenado en 2016 por un tribunal neerlandeés, en una sentencia simbólica, por insultos a un grupo de marroquíes, y ha estado prácticamente desaparecido en actos públicos por las amenazas de muerte que ha recibido por parte de asociaciones islámicas

Su rechazo al mundo musulmán llega de su gran admiración a Israel, país al que viajó de joven. Y su obsesión contra la llegada de extranjeros no deja de ser anecdótica, puesto que él es un inmigrante de segunda generación que tiene sus orígenes en las Indias Orientales Neerlandesas.

Pese a todo, sus 37 escaños no son suficientes para gobernar -tenía 17 en la anterior legislatura- y, por eso, ya ha iniciado los contactos para tratar de formar un Ejecutivo de coalición. 

El VVD de Rutte ya se ha desmarcado de entrar en esa alianza, pero no descarta un apoyo parlamentario a un Gabinete que podría estar formado, en minoría, por el PVV, los 20 diputados del NSC y los siete del Partido de los Campesinos (BBB) con otros siete. Una unión que dejaría 64 escaños de los 150 que componen el Hemiciclo, a los que se sumarían, externamente, los 24 de los liberales.

Sin embargo, las negociaciones se antojan complicadas en un país donde se tarda de media 94 días para cerrar un Gobierno, aunque Rutte estuvo 10 arduos meses de contactos en 2022. Y, en este caso, Wilders tiene mucho trabajo que hacer para convencer a unos posibles socios que no terminan de creer que vaya a relajar su tono.

En caso de que no salga adelante el plan de Wilders, el bloque de izquierdas de Timmermans, con 25 escaños, podría intentar formar un Gabinete de centro y proeuropeo con el progresista D66 (10 escaños), el VVD y el NSC, aunque sería un matrimonio de conveniencia abocado al divorcio en un plazo no muy lejano, devolviendo la inestabilidad a unos Países Bajos en permanente tensión.