Rivales pero amigos

Christian Sánchez (SPC)
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Nadal y Federer han protagonizado una de las rivalidades más fieras de la historia, la cual ha estado marcada por su gran relación de amistad

Rivales pero amigos - Foto: NIC BOTHMA

Fue en el Masters 1.000 de Miami, en el año 2004. Roger Federer había consumado ya su meteórico ascenso hasta el 'número uno' y encaraba un año donde ganaría el Open de Australia, Wimbledon y el US Open. Pero Miami se le resistiría. En la tercera ronda cayó por un doble 6-3 ante una de las mayores promesas del circuito: Rafa Nadal. Desde aquel día de marzo, ambos han protagonizado una de las mayores, y más sanas, rivalidades de la historia del deporte. 

El adiós de Federer es también la despedida de una parte de Nadal. La retirada del helvético vuelve a dar un aviso de que el día del punto y final del manacorí también está cerca. Lo que es seguro es que una parte importante de los últimos 20 años del tenis es ya historia por los enfrentamientos entre los dos en la pista, fuera cual fuera la superficie en la que tuvieran que verse las caras.

Uno bailaba al son del más sofisticado vals, acompañaba cada golpeo con la finura y fluidez del pintor más sutil y sometía a sus rivales con la contundencia de una apisonadora. El otro hizo propia una forma de ganar más emocional, tal vez algo menos estética. Nadal se nutrió de un físico privilegiado para combinar la defensa más combativa con el contraataque más dañino. Uno era la antítesis del otro en cuanto a forma de concebir el tenis, pero ambos hicieron de sus armas las más afiladas de todo el circuito.

El deportista helvético se encontró con una verdadera piedra con el manacorí, que no le 'dejó' ganar Roland Garros hasta 2009, ya que en su primer encontronazo en el polvo de ladrillo parisino le batió en cuatro sets en las semifinales de un torneo que acabó significando el primer 'grande' del español en su carrera. El segundo, el tercero y el cuarto se lo llevó también el balear en el encuentro definitivo en 2006, 2007 y 2008.

Fue precisamente en ese 2008 donde los dos tenistas firmaron su obra maestra al amparo de la hierba de Wimbledon. En el jardín de Federer, al que llegaba después de haberse llevado el trofeo en las cinco anteriores ediciones, Nadal se adjudicó las dos primeras mangas. Después, el suizo ganó en el tercer y cuarto parcial, a pesar de que su oponente contó incluso con una bola de partido en el desempate de este último.

Con varios parones por lluvia incluidos, que alargaron el encuentro más allá de las siete horas, se llegó a un quinto set que se llevó el mallorquín por un igualadísimo 9-7, cerrando un duelo que es catalogado por muchos analistas como el mejor de la historia del tenis.

24 a 16

Nadal y Federer han disputado un total de 40 enfrentamientos entre ellos, con un balance general de 24 triunfos para el español y 16 para el helvético.

Entre los episodios más recordados está el «Dios…¡Me está matando!» del suizo, mientras trataba de contener infructuosamente sus lágrimas tras ser derrotado en otra enorme final por el manacorí en el Open de Australia. 

Ocho años después, Roger consumó su 'revancha' en la Rod Laver Arena. «Aquí no hay empates, pero, si los hubiera, estaría feliz de aceptar uno esta noche y compartirlo con Rafa», añadió Federer tras el duelo.

Esta es una historia de una rivalidad imperecedera, al igual que la amistad que une a los dos tenistas más grandes de la historia. Ellos han dignificado el tenis a base de respeto mutuo y unos valores que siempre han estado adheridos a esta disciplina. 

Tanto Nadal como Federer se han retroalimentado para llegar a cotas jamás imaginadas en la alta competición. Llama poderosamente la atención que dos de los más grandes deportistas brillen más por su amistad que por su cara a cara en las pistas. Todo parece indicar que el mundo del tenis tendrá una última oportunidad para despedirles intercambiando raquetazos con un último duelo en la próxima Laver Cup. Allí, regalarán el último abrazo separado por la red.