María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


Se buscan poetas...

21/08/2023

Los algoritmos de las redes sociales son caprichosos. Mi cabeza no está preparada para entenderlos, pero hace unos días me encandiló la alerta que uno de ellos decidió que era relevante para mí en una app de perfil profesional. El anuncio era para un puesto de trabajo en el que se buscaban poetas y a mí aquello me pareció lo más romántico de, por lo menos, toda la semana. 

Y como no entiendo los algoritmos, tampoco comprendo cómo creyó que yo daba el perfil de un puesto de trabajo como ese. En fin, que preferí centrarme en que si se buscan poetas... ¿Será porque nuestra sociedad está carente de poesía? ¿Será porque no sabemos expresar la belleza y los sentimientos con palabras? ¿O porque no tenemos nada que decir con ellas? 

Nunca he sido una gran lectora de poesía. No aprendí a leerla y me costó pasar de Al olmo viejo, hendido por el rayo/y en su mitad podrido,/ con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido... de Antonio Machado o de los versos de Miguel Hernández Tristes guerras/si no es amor la empresa. Tristes, tristes./Tristes armas/si no son las palabras. Tristes, tristes./Tristes hombres/si no mueren de amores. Tristes, tristes. No les voy a hablar de que Volverán las oscuras golondrinas/en tu balcón sus nidos a colgar porque ahí sí que llegamos todos... Siempre estaré a tiempo de regresar a los clásicos, pero lo que me pregunto desde el día que vi aquel anuncio es ¿dónde está hoy la poesía?

Quizá cuando ustedes lean esto yo esté viendo un atardecer desde mi refugio del sur. Y quizá eso sea poesía. O un moño medio deshecho, o una copa de vino, o un brindis con quienes un día compartiste la casa del árbol, o una noche estrellada al raso. El verano puede estar lleno de poesía... Pero no me quiero poner cursi -y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños-. Hace unos días me desternillé escuchando una imitación que Raúl Pérez hacía de Joaquín Sabina. Y, entre bromas, su conclusión era que cualquier verso funciona si se le pone al final un «a la luz de la luna». Hagan la prueba, que se buscan poetas.