Los 'locos' del Rudrón

I.P./San Andrés de Montearados
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Tres matrimonios de la Comunidad Valenciana dan un cambio radical a sus vidas en plena madurez, dejan sus trabajos y se instalan en la localidad burgalesa de San Andrés de Montearados, donde han puesto en marcha una empresa de multiservicios

Las tres parejas no llegaron solas a San Andrés, se trajeron a sus perros, que la gozan por el pueblo corriendo en libertad, como la que han encontrado ellos. - Foto: Alberto Rodrigo

No estamos locos, que sabemos lo que queremos. Vive la vida igual que si fuera un sueño pero que nunca termina, que se pierde con el tiempo. Y buscaré, oye pero buscaré...

Ketama triunfaba a principios de los 90 con este tema que se convirtió, al menos sus primeras frases, en una expresión, casi un himno, a la que todos hemos recurrido alguna que otra vez. Ahora, ese no estamos locos luce impreso, junto a una foto de San Andrés de Montearados, en las tazas que han hecho imprimir seis medio locos (vamos a dejarlo así), que se han encargado de repartir entre familiares y amigos que se echaron las manos a la cabeza al ver cómo esas tres parejas abandonaban sus trabajos y decidían lanzarse a buscar otro lugar donde vivir, lejos de las playas mediterráneas, esas que nosotros añoramos desde la meseta.

Cambiar Valencia y Alicante por un pueblo prácticamente abandonado, perteneciente al municipio de Sargentes de la Lora, parece efectivamente una locura, pero para ellos ha sido una liberación y después de unos meses de residir en la localidad se reafirman en su decisión, mientras nos cuentan sus motivos para cambiar de vida a la vez que giran la mirada al inmensos monte que se extiende frente a la casa donde viven 'en armonía' los tres matrimonios.

De momento, están de alquiler en una amplia casa -con derecho a compra-, donde han tenido que hacer algunas reformas tanto en el interior, para acomodar las estancias a las seis personas, como en el exterior donde han construido unas escaleras de piedra para acceder a la vivienda, misión casi imposible hasta que ellos llegaron porque la entrada era prácticamente un terraplén.

(El reportaje completo y más fotos, en la edición impresa de este viernes de Diario de Burgos o aquí)